Una mañana de septiembre. Se acaba el verano pero las moras (Rubus ulmifolius!) están en su mejor momento. De pequeños las recogíamos de camino a la playa, ahora ese camino ha sido sustituido por chalets, solares y otros monumentos burgueses especulativos. Me gustaba más antes.
Aquí, en la ciudad, también hay moras pero hay que buscarlas. Creo que nadie lo sabe. Muy cerca, en un solar que espera licencia de edificación. Espero que le llegue tarde.
Un buen puñado de moras (casi un kilo!), la misma cantidad de azúcar. A fuego lento hasta que se deshacen. Ha quedado una masa espesita. Si tienes prisa (mucha), ni siquiera es necesario ponerlas al fuego. Batirlas es suficiente.
Las cuelo, pues las pepitas son molestas y vuelven al fuego
Las moras no son como el membrillo o las manzanas, necesitan un refuerzo. Se lo damos con unas láminas de gelatina hidratadas que echamos sobre la mezcla caliente. Dejamos enfriar en la nevera, que ahora llaman frigorífico. Diferencias? Vete tú a saber.
María entra por la puerta. La mesa está puesta, el postre también. Dos corazones de mora con un poco de helado. Le gusta mucho. Quiere que repita pero creo que no ha cogido la indirecta…. Otra vez será.
Que ricura, con un postre así yo repetiría hasta la saciedad.
ResponderEliminar....Por Dios!!!! ;D
...y con un comentario como el tuyo, yo también repetiría hasta la saciedad.
ResponderEliminarGracias.