Elecciones
Siempre hay que elegir. Elegir requiere decisión y mientras no lo hacemos, se siente un malestar que provoca insatisfacción. Fresa o chocolate, con o sin gas, con o sin alcohol, playa o montaña, a casa de tus padres o a la de los míos (esto es mucho más rápido y fácil de lo que se podría pensar), zanco o pechuga,… y eso que sólo son dos opciones. Imaginaos si tenemos muchas más.
Has elegido. Yo también. Ahora no debería haber vuelta atrás.
Sigo allí
Vivo en Santiago desde hace bastante tiempo, con interrupciones, unos 15 años. Me gusta, es una ciudad pequeña, tranquila y, en general, bastante tolerante. Es una de las cosas que más me agrada de las, perdón, algunas ciudades (por eso “I Love NY”). Tener independencia, poder ir a tu aire, sin miedo a que nadie te mire o te juzgue. Ese es el problema de los pueblos. Allí todos “nos” conocemos, todos te miran y opinan, te juzgan, no puedes hacer nada sin sentirte observado.
Pero no, yo sigo siendo de allí, de mi pueblo. En los pueblos la gente te saluda en todo instante: en la panadería, mientras corres, en la calle,… te pasas el día saludando (con sinceridad). Las ciudades impersonales, se diluyen como el agua, son “colmenas”, ni se conocen los nombres de los vecinos que están puerta con puerta. Positivo y negativo.
En el pueblo tiempo circula más despacio, todo está más cerca.
Algo típico de (mi) pueblo, y supongo que de casi todos: haces un postre, te sobran verduras, pescados, etc. y empieza un reparto por todo el vecindario. Un día te llevo un bizcocho, otro día me das unos grelos o unos tomates.
Mi pueblo tiene mar, playa, montaña. Aunque no está lejos, menos de una hora, el mar es lo que más hecho de menos, sobre todo en invierno. Si me sentía un poco decaído o me apetecía un poco de tranquilidad me daba un paseo por la playa, en invierto desierta y dónde sólo se oye el viento y las olas. Cuando visito a mis padres es lo segundo que hago acercarme hasta la playa, la saludo y me voy.
Sigo empadronado, me da miedo perder ese cordón que me une con esa otra parte de mí.
El ron
Aquí tendremos que elegir si emplearemos brandy, como lo indica la receta y como siempre los había hecho, o ron, que por motivos eventuales he tenido que emplear hoy (ayer). No quedaba casi coñac, sólo un chorrito, M se había ido de compras y el tiempo se echaba encima. La llamo, pero todavía va a tardar un poco, el suficiente tiempo como para que cuando llegue tenga que esperar. Solución: buscar otro licor no demasiado fuerte y de características aromáticas similares: mi ron añejo para postres ;-). El resultado ha sido muy satisfactorio, a M le ha encantado.
Flambeando, entra ella por la puerta con la botella de brandy, demasiado tarde. Por esta vez ha sido mejor así. He tenido que evitar el proceso de elección. Si fuese una película (americana), habría llegado justo en el momento antes de echar el medio vaso (en mi caso) de ron. En cámara lenta y con un poco de música de tensión.
La próxima vez tendré 2 opciones y tendré que elegir.
Ingredientes
Para 4 personas
(2) Pasamos los chipirones por harina y, en otra sartén aparte, los freímos con los tentáculos y las cabezas. Freímos pocos de cada vez, para que no se baje la temperatura y se frían, no que se cuezan.
(3) Una vez fritos, los llevamos a un plato y los rellenamos con las cabezas y los tentáculos, junto con 1 ó 2 gambas (o las que quepan).
(4) Ya rellenos, los pasamos a la sartén de la cebolla, añadimos las gambas que pudiesen haber sobrado y doramos un poco.
(5) Subimos la temperatura, añadimos el coñac (o ron) y flambeamos. Los mejor es apagar la campana extractora, así evitaremos algún que otro susto. Dejamos que se queme un poco el alcohol.
(6) Una vez apagado echamos el caldo de pescado y un una pizca de sal, muy poca. Los chipirones requieren muy poca sal, además, el caldo también suele incorporar una poca.
Removemos con frecuencia y dejamos reducir un poco. Si el caldo queda poco espeso podemos retirar un poco del agua del caldo y diluir en ella un poco de maicena o, incluso, emplear un poco de vino para diluir la maicena.
Buenísimos.
Edito: he reflexionado (¡venga ya!) y prefiero ser libre en campo ajeno que cautivo en tierra madre.
Siempre hay que elegir. Elegir requiere decisión y mientras no lo hacemos, se siente un malestar que provoca insatisfacción. Fresa o chocolate, con o sin gas, con o sin alcohol, playa o montaña, a casa de tus padres o a la de los míos (esto es mucho más rápido y fácil de lo que se podría pensar), zanco o pechuga,… y eso que sólo son dos opciones. Imaginaos si tenemos muchas más.
Has elegido. Yo también. Ahora no debería haber vuelta atrás.
Sigo allí
Vivo en Santiago desde hace bastante tiempo, con interrupciones, unos 15 años. Me gusta, es una ciudad pequeña, tranquila y, en general, bastante tolerante. Es una de las cosas que más me agrada de las, perdón, algunas ciudades (por eso “I Love NY”). Tener independencia, poder ir a tu aire, sin miedo a que nadie te mire o te juzgue. Ese es el problema de los pueblos. Allí todos “nos” conocemos, todos te miran y opinan, te juzgan, no puedes hacer nada sin sentirte observado.
Pero no, yo sigo siendo de allí, de mi pueblo. En los pueblos la gente te saluda en todo instante: en la panadería, mientras corres, en la calle,… te pasas el día saludando (con sinceridad). Las ciudades impersonales, se diluyen como el agua, son “colmenas”, ni se conocen los nombres de los vecinos que están puerta con puerta. Positivo y negativo.
En el pueblo tiempo circula más despacio, todo está más cerca.
Algo típico de (mi) pueblo, y supongo que de casi todos: haces un postre, te sobran verduras, pescados, etc. y empieza un reparto por todo el vecindario. Un día te llevo un bizcocho, otro día me das unos grelos o unos tomates.
Mi pueblo tiene mar, playa, montaña. Aunque no está lejos, menos de una hora, el mar es lo que más hecho de menos, sobre todo en invierno. Si me sentía un poco decaído o me apetecía un poco de tranquilidad me daba un paseo por la playa, en invierto desierta y dónde sólo se oye el viento y las olas. Cuando visito a mis padres es lo segundo que hago acercarme hasta la playa, la saludo y me voy.
Sigo empadronado, me da miedo perder ese cordón que me une con esa otra parte de mí.
El ron
Aquí tendremos que elegir si emplearemos brandy, como lo indica la receta y como siempre los había hecho, o ron, que por motivos eventuales he tenido que emplear hoy (ayer). No quedaba casi coñac, sólo un chorrito, M se había ido de compras y el tiempo se echaba encima. La llamo, pero todavía va a tardar un poco, el suficiente tiempo como para que cuando llegue tenga que esperar. Solución: buscar otro licor no demasiado fuerte y de características aromáticas similares: mi ron añejo para postres ;-). El resultado ha sido muy satisfactorio, a M le ha encantado.
Flambeando, entra ella por la puerta con la botella de brandy, demasiado tarde. Por esta vez ha sido mejor así. He tenido que evitar el proceso de elección. Si fuese una película (americana), habría llegado justo en el momento antes de echar el medio vaso (en mi caso) de ron. En cámara lenta y con un poco de música de tensión.
La próxima vez tendré 2 opciones y tendré que elegir.
Ingredientes
Para 4 personas
- 250 gr. de cebolla
- 3 ó 4 dientes de ajo
- ½ Kg. de chipirones (con los cuerpos enteros, como para rellenar)
- 150 gr. de gambas peladas
- 1 vaso de caldo de pescado. De algún pescado blanco o, en su ausencia, procedente de una pastilla de caldo.
- 1 copa de brandy. Esta vez he usado ron y han salido muy buenos.
- Aceite
- Sal, muy poca
(2) Pasamos los chipirones por harina y, en otra sartén aparte, los freímos con los tentáculos y las cabezas. Freímos pocos de cada vez, para que no se baje la temperatura y se frían, no que se cuezan.
(3) Una vez fritos, los llevamos a un plato y los rellenamos con las cabezas y los tentáculos, junto con 1 ó 2 gambas (o las que quepan).
(4) Ya rellenos, los pasamos a la sartén de la cebolla, añadimos las gambas que pudiesen haber sobrado y doramos un poco.
(5) Subimos la temperatura, añadimos el coñac (o ron) y flambeamos. Los mejor es apagar la campana extractora, así evitaremos algún que otro susto. Dejamos que se queme un poco el alcohol.
(6) Una vez apagado echamos el caldo de pescado y un una pizca de sal, muy poca. Los chipirones requieren muy poca sal, además, el caldo también suele incorporar una poca.
Removemos con frecuencia y dejamos reducir un poco. Si el caldo queda poco espeso podemos retirar un poco del agua del caldo y diluir en ella un poco de maicena o, incluso, emplear un poco de vino para diluir la maicena.
Buenísimos.
Edito: he reflexionado (¡venga ya!) y prefiero ser libre en campo ajeno que cautivo en tierra madre.
7 comentarios:
saludos.veo que te curras un blog muy trabajao y que encima comes de puta madre, felicidades.
entiendo lo que dices del pueblo y las ciudades, las sensibilidades creativas perciben esas cosas.
un saludo
Hola Harry, que ricos estos chipirones, a mí es uno de los pescados que más me gustan, Sólo es un poco pesado cuando tienes que limpiar muchos aunque luego compensa.
El otro día que hiciste los cantuccini, vi la receta en mundo recetas y como te quejabas que te habían hecho pocos comentarios, te conteste allí. Son unas pastas que las conozco mucho ya que en Catalunya son muy típicas, nosotros las llamamos carquinyolis y van con almendras, con piñones no los había visto nunca.Aquí se usan también para ponerlas en las picadas de los guisos.
Me hizo mucha ilusión poder conocerte en foto y también a María.
Se la enseñe a mi marido, ya que siempre me pregunta que recetas pones y sabes que me dijo ¡¡oh, oh!!vaya chollo tiene su mujer,un chico inteligente,culto, trabajador,deportista, amo de casa, buen cocinero y repostero y encima guapísimo, es que no tiene ningún defecto.¿Será bajito?
El comentario que pones de los pueblos y las ciudades sí que es cierto en parte. Yo también soy de un pueblo y cuando era pequeña era bastante común eso de compartir cosas y charlas con los vecinos, pero en la actualidad ha cambiado mucho al menos aquí. La gente tanto en los pueblos como en las ciudades va mucho a su bola y se preocupan poco por los demás,quizás lo que más se conserve en los pueblos por el hecho de conecerse todos es el tema de los cotilleos que eso si abunda,en este sentido es mucho mejor vivir en una ciudad.
Sigue poniendo cositas saladas.
Un saludo.
Hola Mariana, no había visto tus comentarios,
(rubor y más rubor) No comment. El segundo párrafo no creo que sea realidad, pero me ha hecho mucha ilusión. Por un momento he esbozado una agradable sonrisa. “Bajo” es lo único que no soy, por lo menos hace unos años no lo era (1,88). Ahora sí que hay gente muy alta.
Para ser sincero, no conocía ese postre. Lo vi en Italia pero había pasado desapercibido ante mí (no lo había probado). Fue una sorpresa, por eso lo puse. Tampoco sabía la apariencia que debía tener, no exactamente. Desconocía que también fuese tradicional en Calalunya, tenéis muchas comidas en común o parecidas a parte del mediterráneo. La próxima vez te preguntaré antes.
Tengo dos semanitas duras, pero esto ayuda, aunque me ocupa un poco de tiempo. A ver si empiezo a poner algo más de recetas saladas, y si es ligerito, que empieza el calor, mejor. El "rape" de hoy le ha encantado a María, sólo que no le he quitado "foto". La próxima vez.
Un saludos y muchas gracias por lo ánimos.
Para evitar confusión y malas interpretaciones (orden de respuestas),
edito el comentario que había puesto a ciborg5:
Hola (ciborg5),
Gracias por tus comentarios. Has escrito dos palabras clave que, si bien podría no poseer, me marcan el rumbo del día a día: "sensibilidad" y "creatividad". Sensibilidad es sentir, creatividad es crear (lo que sea).
Siento y creo (de crear), estoy vivo.
Saludos.
Hola, he estado varios días sin entrar (estaba de luna de miel en Italia, pero ya se acabó... snif) pero ya estoy aquí dispuesta a copiarte todas las recetas. Estos chipirones tienen una pinta genial, y después del éxito que tuvieron los encebollados creo que pronto caerán.
Y en cuanto a lo de los pueblos... yo he tenido la experiencia contraria. Nací y vivi en Madrid hasta los 32 años, y ahora llevo un año y medio en un pueblo de Asturias. Creo que vivo infinitamente mejor aqui que cuando estaba en Madrid, a pesar de que todo el mundo sabe a que hora me levanto, lo que cocino, las horas a las que salgo... pero no me importa. Soy mucho más feliz aqui, y que cotilleen sobre mi vida me da exactamente igual. En realidad lo único que llevo mal es pensar que puedo ofender a alguien por no ser tan detallista como se esperan que sea, supongo que siempre seré la "rara" que vino de la ciudad.
Hola Beatriz,
Enhorabuena! no había tenido la oportunidad de dártela ;-). He ido unas cuantas veces a Italia y me encanta. Roma, como ciudad, me decepcionó un poco, no sé si sería el tiempo pero me resulta demasiado contradictoria y confusa. Me gusta más la zona de la Toscana. El sur no lo conozco, pero tengo muchas ganas de ir a Sicilia…
Lo de los pueblos para mí, como en todo, tengo un sentimiento contradictorio. Cuando estoy en el pueblo, rejuvenezco, no tengo estrés ni prisas y nada parece tener importancia. Pero últimamente sólo he vivido “el pueblo” de un fin de semana o en temporada estival, que con playa todo resulta más sencillo.
De pequeño, y no tanto, soñaba con acabar en un pequeño pueblo irlandés, con una pequeña casa al lado del mar y todo el tiempo del mundo para pasear, leer, dibujar, charlar o pensar. Recuerdo el pueblecito de “La hija de Ryan”, sólo el pueblo. En la película la gente se transforma en lo más cruel con motivo del adulterio de la protagonista con un soldado inglés.
Veamos, también hay otra variable: el tamaño de las ciudades. Estrictamente, Santiago es una ciudad pero de unos 100.000 habitantes, en determinados ambientes podría considerarse un “pueblo” (frente a ciudades como Madrid, por ejemplo). Creo que no podría vivir en ciudades mucho más grandes o, por lo menos, que sobrepasasen mi capacidad de aguantar ruidos o tráfico.
El cotilleo de los pueblos lo tengo bastante superado, estoy acostumbrado a ello, siempre “he pasado” un poco de ese “tema”. Ahora que he vuelto de adulto, me sorprende que haya gente que me saluda (y ni casi conozco) cuando de crío pasaba desapercibido. No le doy importancia. Sólo echaría en falta un par de cosas: el cine o la facilidad para adquirir documentación o información. Gracias a Internet esto último ya no es un problema.
Saludos y enhorabuena!
Gracias. Hemos estado en Roma, la toscana y algo del norte (Como, Brescia, Verona, ...) Para mi el mejor dia fue en Lucca, que alquilamos bicis y estuvimos paseando por las murallas.
Y si, supongo que ciudades como Santiago, Salamanca, Avila ... son un término medio entre el barullo de Madrid y la calma total de un pueblo pequeño.
La cuestion es que cada uno encuentre su sitio ¿no?. Parece que tú lo has encontrado, (yo también) así que hala, a seguir cocinando y colgando recetas para que yo siga luciéndome con las comidas a tu costa, jaja.
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