Es un sentimiento nuevo
La idea surgió por un comentario de una entrada del blog. Pensé en “ser sensible”, ¿quién no es sensible? Me quedé con ello y lo retuve durante un buen rato. Fui a correr y seguía pululando por mi cabeza: sensible, sensible,… Subía una cuesta empedrada y sucia, ya al sol del mediodía, y seguía reflexionando sin percibir lo que estaba haciendo. “Sensible”. Todos somos sensibles, no puede ser de otro modo. Todos sentimos.
Sensible es el que tiene sensibilidad, el que siente. Todos sentimos. Yo siento, tu sientes, el siente, nosotros sentimos. Entonces ¿por qué decimos que alguien es sensible? Simplemente creo que confundimos el demostrar los sentimientos con ser sensible. Aquí habrá críticas, alguien dirá: “ya, pero a mí no me provoca ningún sentimiento un cuadro… ni un libro… y sí otras cosas”.
Por supuesto, la sensibilidad, para mí, tiene dos factores:
1) Cómo sentimos: cada uno siente de acuerdo con sus vivencias, experiencias culturales, emocionales, etc. Hay gente que se emociona con la boda del príncipe y otras viendo la Gioconda o la capilla Sixtina. Diferentes vivencias, diferentes formas de sentir. Ni mejores ni peores, diferentes.
2) Cuánto reprimimos los sentimientos: M me ha dicho más de una vez que “la he vuelto más sensible”. Lo dudo, y más cuando una persona ya tiene consolidada su personalidad; a un niño puede ser, no sería tan fácil a una persona adulta. Lo que sí creo es que le he ayudado a que no reprima sus sentimientos, a que aprenda a llorar cuando tiene ganas o que no se avergüence de hacerlo en público. Contra lo que puede pensar, la hace más fuerte y segura de sí misma y no más vulnerable.
No nos parecemos
Le han dicho que nos parecemos poco y sabéis lo mejor de todo: que creo que es totalmente cierto. La preocupación por la imagen o lo que piensan los demás, por ejemplo, para mí es “esa gran desconocida” y, a diferencia de la persona que lo dijo (no en mi presencia), creo estar más allá de lo que piensen de mí. Aunque en este caso me moleste que se lo hagan saber a M, ella ya sabe que somos diferentes:
Es lo que diferencia una gota de agua de una lágrima, un sueño de una ensoñación. Se lo pregunto. No lo sabe. Para ella todo es gota, sueño o sonido. Para mí es lágrima, ensoñación o música. Tan distintos. Tú buscas alegrías yo felicidades. Tú amigos, yo amantes (de amar).
Ser diferente, para mí, es un halago. Sobre todo si viene de alguien que no se ha planteado nada y sigue el camino que le han marcado desde pequeñ@. Si seguís por el camino de baldosas amarillas hacerlo por convicción.
Cantucci, el regreso
Esta es otra variante de mis primeros Canticci pero implantados con otra receta.
Cuando hice la primera versión, hace unos diez días, los había rellenado con piñones y con un aroma de limón que nos gustó mucho. Tenía esta otra receta (y tengo pendiente una con chocolate) que emplea el relleno (casi) clásico: almendra, más el añadido de las uvas pasas. Más crujientes e igualmente sabrosos.
Aunque tiene ingredientes muy similares, difiere considerablemente en las cantidades: la mitad de mantequilla, algo menos harina y más elementos de relleno. La receta emplea y recomienda canela como aroma, pero, a la vista del resultado, podría emplearse el aroma o esencia que más nos guste: el limón ya usado sería un buen ejemplo de ello. El horneado también ha sido distinto, los he horneado a más temperatura durante más tiempo, por ello han quedado con un crujir y una textura, para mi gusto, muy adecuada para saborear las almendras y las uvas pasas.
También sé que no es una buena idea hacer variantes de un mismo plato en tan poco espacio de tiempo, pero llegue a casa con unas cuantas ideas de repostería rápida: unas nuevas madelaines de chocolate y miel, unos cantucci de chocolate, unas trufas de chocolate blanco con Baileys y ésta. No diré el porqué opte por ella, pues ni lo sé del todo ni tengo el cerebro como para pensarlo. Supongo que simplemente fue porque en ese momento me apetecían. No hay mayor secreto.
Tendemos a analizar los porqués, y yo el primero, pero en muchos casos la solución correcta es y suele ser la más sencilla.
Ingredientes
(1) Precalentamos el horno a unos 200º C.
(2) Mezclamos todos los ingredientes secos, menos las almendras y las uvas pasas: la harina, la levadura, la sal, el azúcar y la canela. Mezclamos.
(3) Echamos la mantequilla derretida y ligamos un poco. Echamos los huevos ligeramente batidos y la vainilla. Amasamos un poco y, por último, añadimos las almendras y las uvas pasas. Amasamos no demasiado, hasta que quede una pasta homogénea.
(4) Dividimos la masa en dos porciones, y hacemos unas barras aplanadas de unos 20 centímetros de largo por 10 cm. de ancho, como mucho. Los ponemos sobre una bandeja del horno con papel de de hornear. Llevamos al horno y dejamos durante unos 30 minutos dependiendo del horno y de cuán tostados nos gusten.
Debe tenerse en cuenta que volverá a introducirse en el horno para que acabe de tostarse por el interior.
(5) Una vez pasado ese tiempo, retiramos y dejamos enfriar completamente para que no se rompa (yo no he tenido tanto tiempo y paciencia). Cortamos en biscotes en tiras de unos 2 cm de ancho, aproximadamente.
Bajamos el horno hasta unos 150º C
(6) Introducimos los canticci en el horno precalentado a unos 150º, pero esta vez ya cortados y en posición horizontal. Dejamos hasta que estén ligeramente tostados y cocinados por dentro, entre 10-20 min. A gusto.
(7) Retiramos el horno y dejamos enfriar antes de guardar en nuestra caja de galletas hermética preferida.
Se conservan muy bien, si aguantan sin ser comidos.
La idea surgió por un comentario de una entrada del blog. Pensé en “ser sensible”, ¿quién no es sensible? Me quedé con ello y lo retuve durante un buen rato. Fui a correr y seguía pululando por mi cabeza: sensible, sensible,… Subía una cuesta empedrada y sucia, ya al sol del mediodía, y seguía reflexionando sin percibir lo que estaba haciendo. “Sensible”. Todos somos sensibles, no puede ser de otro modo. Todos sentimos.
Sensible es el que tiene sensibilidad, el que siente. Todos sentimos. Yo siento, tu sientes, el siente, nosotros sentimos. Entonces ¿por qué decimos que alguien es sensible? Simplemente creo que confundimos el demostrar los sentimientos con ser sensible. Aquí habrá críticas, alguien dirá: “ya, pero a mí no me provoca ningún sentimiento un cuadro… ni un libro… y sí otras cosas”.
Por supuesto, la sensibilidad, para mí, tiene dos factores:
1) Cómo sentimos: cada uno siente de acuerdo con sus vivencias, experiencias culturales, emocionales, etc. Hay gente que se emociona con la boda del príncipe y otras viendo la Gioconda o la capilla Sixtina. Diferentes vivencias, diferentes formas de sentir. Ni mejores ni peores, diferentes.
2) Cuánto reprimimos los sentimientos: M me ha dicho más de una vez que “la he vuelto más sensible”. Lo dudo, y más cuando una persona ya tiene consolidada su personalidad; a un niño puede ser, no sería tan fácil a una persona adulta. Lo que sí creo es que le he ayudado a que no reprima sus sentimientos, a que aprenda a llorar cuando tiene ganas o que no se avergüence de hacerlo en público. Contra lo que puede pensar, la hace más fuerte y segura de sí misma y no más vulnerable.
No nos parecemos
Le han dicho que nos parecemos poco y sabéis lo mejor de todo: que creo que es totalmente cierto. La preocupación por la imagen o lo que piensan los demás, por ejemplo, para mí es “esa gran desconocida” y, a diferencia de la persona que lo dijo (no en mi presencia), creo estar más allá de lo que piensen de mí. Aunque en este caso me moleste que se lo hagan saber a M, ella ya sabe que somos diferentes:
Es lo que diferencia una gota de agua de una lágrima, un sueño de una ensoñación. Se lo pregunto. No lo sabe. Para ella todo es gota, sueño o sonido. Para mí es lágrima, ensoñación o música. Tan distintos. Tú buscas alegrías yo felicidades. Tú amigos, yo amantes (de amar).
Ser diferente, para mí, es un halago. Sobre todo si viene de alguien que no se ha planteado nada y sigue el camino que le han marcado desde pequeñ@. Si seguís por el camino de baldosas amarillas hacerlo por convicción.
Cantucci, el regreso
Esta es otra variante de mis primeros Canticci pero implantados con otra receta.
Cuando hice la primera versión, hace unos diez días, los había rellenado con piñones y con un aroma de limón que nos gustó mucho. Tenía esta otra receta (y tengo pendiente una con chocolate) que emplea el relleno (casi) clásico: almendra, más el añadido de las uvas pasas. Más crujientes e igualmente sabrosos.
Aunque tiene ingredientes muy similares, difiere considerablemente en las cantidades: la mitad de mantequilla, algo menos harina y más elementos de relleno. La receta emplea y recomienda canela como aroma, pero, a la vista del resultado, podría emplearse el aroma o esencia que más nos guste: el limón ya usado sería un buen ejemplo de ello. El horneado también ha sido distinto, los he horneado a más temperatura durante más tiempo, por ello han quedado con un crujir y una textura, para mi gusto, muy adecuada para saborear las almendras y las uvas pasas.
También sé que no es una buena idea hacer variantes de un mismo plato en tan poco espacio de tiempo, pero llegue a casa con unas cuantas ideas de repostería rápida: unas nuevas madelaines de chocolate y miel, unos cantucci de chocolate, unas trufas de chocolate blanco con Baileys y ésta. No diré el porqué opte por ella, pues ni lo sé del todo ni tengo el cerebro como para pensarlo. Supongo que simplemente fue porque en ese momento me apetecían. No hay mayor secreto.
Tendemos a analizar los porqués, y yo el primero, pero en muchos casos la solución correcta es y suele ser la más sencilla.
Ingredientes
- 250 gr. de harina
- ½ cucharilla de levadura química
- 150 gr. de azúcar
- Una pizca de sal
- 1 cucharilla de canela
- 50 gr. de mantequilla derretida
- 2 huevos
- 1 cucharilla de esencia de vainilla (opcional)
- 110 gramos de almendras enteras y, a ser posible, sin pelar.
- 50 gr. de pasas sultanas
(1) Precalentamos el horno a unos 200º C.
(2) Mezclamos todos los ingredientes secos, menos las almendras y las uvas pasas: la harina, la levadura, la sal, el azúcar y la canela. Mezclamos.
(3) Echamos la mantequilla derretida y ligamos un poco. Echamos los huevos ligeramente batidos y la vainilla. Amasamos un poco y, por último, añadimos las almendras y las uvas pasas. Amasamos no demasiado, hasta que quede una pasta homogénea.
(4) Dividimos la masa en dos porciones, y hacemos unas barras aplanadas de unos 20 centímetros de largo por 10 cm. de ancho, como mucho. Los ponemos sobre una bandeja del horno con papel de de hornear. Llevamos al horno y dejamos durante unos 30 minutos dependiendo del horno y de cuán tostados nos gusten.
Debe tenerse en cuenta que volverá a introducirse en el horno para que acabe de tostarse por el interior.
(5) Una vez pasado ese tiempo, retiramos y dejamos enfriar completamente para que no se rompa (yo no he tenido tanto tiempo y paciencia). Cortamos en biscotes en tiras de unos 2 cm de ancho, aproximadamente.
Bajamos el horno hasta unos 150º C
(6) Introducimos los canticci en el horno precalentado a unos 150º, pero esta vez ya cortados y en posición horizontal. Dejamos hasta que estén ligeramente tostados y cocinados por dentro, entre 10-20 min. A gusto.
(7) Retiramos el horno y dejamos enfriar antes de guardar en nuestra caja de galletas hermética preferida.
Se conservan muy bien, si aguantan sin ser comidos.
Es bueno ser diferentes, que cada uno siempre tenga algo que aprender y algo que enseñar. Lo malo es caminar enfrentados en lugar de caminar juntos.
ResponderEliminarMuy buena pinta los cantucci, de verdad que no sé cómo te organizas para que te cunda tanto el tiempo, que envidia!!!
Hola,
ResponderEliminarEl tema es más sencillo de lo que pueda parecer.
Resulta que no me corto un pelo casi nunca, y como he dicho, no me importa (demasiado) lo que piense de mí la gente, menos mis seres queridos. Siempre intentando no ofender, por supuesto. Los límites de mi libertad los ponen los límites de los demás, y antes está la libertad de los demás que la mía. Si me refreno algo, a veces, es para “no causar vergüenza ajena” (que no piensen: “no lo conozco de nada... ;-), cuya raíz creo que está en una falta de personalidad, inseguridad o unos y perjuicios (y prejuicios) sociales grandes.
Me explico. Ese comentario se lo hizo una compañera de trabajo en referencia al siguiente caso. Imagínate de que tu marido o mujer trabaja en una entidad bancaria, por ejemplo ;-), con un cargo de relativa responsabilidad. Sigue imaginándolo. Bien, pues tu marido o mujer está haciendo footing en ropa de deporte (es verano hace calor y no es demasiada) y, casualmente, pasa delante de la oficina bancaria. Ve a su mujer tras el cristal, se para, pero sin dejar de botar para no enfriarte ni perder el ritmo, da unos golpecitos al cristal, la saluda y sigue corriendo.
Pues bien, ese hecho, para mí sencillo, inocente e incluso gracioso, le pareció a la otra persona presente (que casi ni me conoce) un síntoma de “con que persona tan rara está casada….” Se debía pensar que M siempre anda con traje y yo siempre en pantalón de deporte, y si así fuera, tampoco sería un problema. Cuando voy a correr o en otras circunstancias, no me corto un pelo.
Las diferencias son reales pero no tienen nada que ver con ese hecho. Son más sustanciales, no creo que sea un problema, nos complementamos. Tal vez, fallamos en algunos objetivos. Es ahí cuando hay un problema.
Saludos y gracias.
Te puedes imaginar cómo he hecho para tener tiempo. Hoy he ido a correr a las 7 de la mañana…y ayer me acosté a las 2. No puedo más.
jajaja si es que, como dice mi madre, algunos están en el mundo porque dios no pasa lista.
ResponderEliminarSupongo que en la variedad está la gracia, será que su marido (el de la compañera de M) no se habría parado a saludarla por no perder tiempo y la ha picado el gusanillo de la envidia (pensaría: uy, este muchachote pega muuucho mas conmigo que con M). No conozco a M, pero seguro que a ella le ha encantado que la dedicaras ese pequeño momento ¿no? Pues eso. ´
P.D.: ¿A las 7 a correr? Uf. Yo no corro a no ser que tenga prisa. Eso si, esta tarde me espera un tute de segar...
Sí, a ella le gusta que pase por allí, aunque sea en calzones...;-)
ResponderEliminarSaludos.
PD. Por estas tierras no existe el "dequeismo", por lo que ese "(de) que tu marido" que he puesto ha sido un lapsus correctivo.. ;-), mil y mis perdones. No será la primera vez. Tanta prisa, tendré que acostumbrarme a releer lo escrito...