Perdón
Me paso la vida pidiendo perdón. Perdón por el tiempo, perdón por lo que pueda suceder, perdón por ser como soy. Perdones por adelantado. Como si fuese dueño y culpable de hechos o circunstancias que se escapan de mi influencia. No puedo evitar sentirme culpable, me (han) acostumbrado a ello; por una vez permitidme culpar a otros, aunque esos “otros” no hagan referencia a nadie concreto y sí a un cúmulo de circunstancias.
Un ejemplo estúpido. Ayer noche preparé unos mejillones al vapor. Sencillo, ¿verdad? Simplemente me permití sofreír un poco de cebolla antes de echarlos, un chorrito de vino blanco y un poco de perejil picado, como si de una salsa (casi) marinera se tratase. Nada más. Los mejillones, salvo casos excepcionales, no deben salarse, y no lo hice. Por motivos desconocidos, M me dijo que sabían “algo” salados y le pedí perdón. Esa circunstancia se escapaba de mi influencia (sería sal marina). Pese a todo, me sorprende que lo estuviesen, tal vez fuese alguna forma de demostrar su “enfado” por otro tema, pero no pude dejar de sentirme culpable…
Estar de “no” y el blanco nuclear
Resulta muy difícil soportar esas situaciones. Cualquier comentario que me permita hacer, por optimista o conciso que sea, pasa a ser, por “la ley del no”, algo negativo. Las cosas no son ni blancas ni negras. Hasta el blanco casi puro tiene un poco de componente oscuro, si te aferras a esa tonalidad podrías llegar a decir que lo blanco es negro. Estar de “no”. Y no, no atiendes a razones porque te aferras a esa componente, “casi”, de negro. No lo discuto, pero tampoco me culpes por ello. Perdona.
Y fui al cine
La necesidad era tan grande, por poco sugerente que fuese la cartelera, que me he atrevido a coger “su” coche e ir a la última sesión.
Durante el verano baja la calidad de las proyecciones. Cinco o seis salas, dibujos y violencia ¿gratuita? Opté por la gastronomía infantil, que resultó un divertido incentivo a mi creciente interés por la cocina: ¡Ratatouille. Pixar no suele defraudar y esta vez tampoco lo ha hecho. Al salir del cine siempre me queda una duda: nunca me queda del todo claro si prefiero el cortometraje introductorio o la propia película. En esa cariñosa rata se verán identificados aquellos que tengan, o tengamos, esa pasión por el “arte” de la cocina. No es más que una pasión por intentar hacer las cosas bien, disfrutar de una actividad creativa e intentar hacer felices a aquellos que nos rodean.
Me siento como esa rata que quiere ser chef. No porque quiera ser ni rata ni chef, sí por la incomprensión inicial que sufre con sus semejantes. Aunque la moraleja central es otra: por diferente que seas, puedes hacer lo que te propongas si realmente lo deseas con todas tus fuerzas. Por desgracia, en la vida real no siempre las cosas funcionan igual. Siempre nos quedará el cine y París.
¡Más galletas! o la importancia de las cosas pequeñas
Durante el verano me estoy convirtiendo en un verdadero aficionado a las galletas: sabrosas, caseras, aguantan varios días y nada mejor para acompañar un té o un aperitivo. Éstas son las últimas que he realizado, por el momento. Las he dosificado para que no se me acabasen, combinándolas e intercalándolas, en dulce, con un par de tartas (la última, muy rica, será la siguiente en salir a la luz). Así siempre tengo algo dulce que tomar y, si están tan buenas como éstas, mejor que mejor.
En éstas he pensado en M, le está empezando a apasionar el chocolate, sobre todo los brownies. Recomendadas. No pediré perdón, pues sé de antemano que siempre que se cumpla la receta, y no haya errores de horneado, no fallarán nunca.
Ingredientes
(1) Tamizamos la harina con la almendra, la sal y la canela. Reservamos.
(2) Hacemos un el café fuerte, según gustos. Como no me gusta demasiado el café, lo he hecho normalito y casi ni se ha notado. Sin miedo. Derretimos la mantequilla con el chocolate en el microondas o al baño María.
(3) Levantamos los huevos con el azúcar, mejor con ayuda de un levanta-claras, hasta que quede pálido y espumoso. Añadimos el chocolate derretido anteriormente y el café, no removiendo demasiado la mezcla, de arriba hacia abajo y de forma envolvente.
(4) Echamos la mezcla de harina, poco a poco, sobre el batido. Es una masa bastante líquida, no nos preocupemos pues irá al directo al frigorífico. Tapamos el bol con plástico y llevamos el frigorífico un mínimo de 3 horas, hasta que quede consistente. Mejor, puede dejarse de un día para otro (o más). Las últimas las he hecho tres días después y han quedado muy ricas (o más).
(5) Pasado el tiempo, precalentamos el horno a unos 165º C. Formamos bolas y las rebozamos en el azúcar. La textura externa varia (en apariencia) si la rebozamos en azúcar glasé o azúcar grano. De ambos modos quedan igualmente apetitosas; para gustos. Si lo hacemos en azúcar polvo deben quedar bien embadurnadas.
(6) Aplanamos ligeramente las bolas (opcional) y ponemos sobre una bandeja con papel de hornear. Horneamos durante unos 12 minutos a 165º C.
Retiramos la bandeja del horno y las dejamos enfriar un poco antes de guardar en un recipiente hermético. Duran varios días.
Otra receta más para la lista de galletas ricas, ricas… mi “pasión por el chocolate” es una perdición.
Me paso la vida pidiendo perdón. Perdón por el tiempo, perdón por lo que pueda suceder, perdón por ser como soy. Perdones por adelantado. Como si fuese dueño y culpable de hechos o circunstancias que se escapan de mi influencia. No puedo evitar sentirme culpable, me (han) acostumbrado a ello; por una vez permitidme culpar a otros, aunque esos “otros” no hagan referencia a nadie concreto y sí a un cúmulo de circunstancias.
Un ejemplo estúpido. Ayer noche preparé unos mejillones al vapor. Sencillo, ¿verdad? Simplemente me permití sofreír un poco de cebolla antes de echarlos, un chorrito de vino blanco y un poco de perejil picado, como si de una salsa (casi) marinera se tratase. Nada más. Los mejillones, salvo casos excepcionales, no deben salarse, y no lo hice. Por motivos desconocidos, M me dijo que sabían “algo” salados y le pedí perdón. Esa circunstancia se escapaba de mi influencia (sería sal marina). Pese a todo, me sorprende que lo estuviesen, tal vez fuese alguna forma de demostrar su “enfado” por otro tema, pero no pude dejar de sentirme culpable…
Estar de “no” y el blanco nuclear
Resulta muy difícil soportar esas situaciones. Cualquier comentario que me permita hacer, por optimista o conciso que sea, pasa a ser, por “la ley del no”, algo negativo. Las cosas no son ni blancas ni negras. Hasta el blanco casi puro tiene un poco de componente oscuro, si te aferras a esa tonalidad podrías llegar a decir que lo blanco es negro. Estar de “no”. Y no, no atiendes a razones porque te aferras a esa componente, “casi”, de negro. No lo discuto, pero tampoco me culpes por ello. Perdona.
Y fui al cine
La necesidad era tan grande, por poco sugerente que fuese la cartelera, que me he atrevido a coger “su” coche e ir a la última sesión.
Durante el verano baja la calidad de las proyecciones. Cinco o seis salas, dibujos y violencia ¿gratuita? Opté por la gastronomía infantil, que resultó un divertido incentivo a mi creciente interés por la cocina: ¡Ratatouille. Pixar no suele defraudar y esta vez tampoco lo ha hecho. Al salir del cine siempre me queda una duda: nunca me queda del todo claro si prefiero el cortometraje introductorio o la propia película. En esa cariñosa rata se verán identificados aquellos que tengan, o tengamos, esa pasión por el “arte” de la cocina. No es más que una pasión por intentar hacer las cosas bien, disfrutar de una actividad creativa e intentar hacer felices a aquellos que nos rodean.
Me siento como esa rata que quiere ser chef. No porque quiera ser ni rata ni chef, sí por la incomprensión inicial que sufre con sus semejantes. Aunque la moraleja central es otra: por diferente que seas, puedes hacer lo que te propongas si realmente lo deseas con todas tus fuerzas. Por desgracia, en la vida real no siempre las cosas funcionan igual. Siempre nos quedará el cine y París.
¡Más galletas! o la importancia de las cosas pequeñas
Durante el verano me estoy convirtiendo en un verdadero aficionado a las galletas: sabrosas, caseras, aguantan varios días y nada mejor para acompañar un té o un aperitivo. Éstas son las últimas que he realizado, por el momento. Las he dosificado para que no se me acabasen, combinándolas e intercalándolas, en dulce, con un par de tartas (la última, muy rica, será la siguiente en salir a la luz). Así siempre tengo algo dulce que tomar y, si están tan buenas como éstas, mejor que mejor.
En éstas he pensado en M, le está empezando a apasionar el chocolate, sobre todo los brownies. Recomendadas. No pediré perdón, pues sé de antemano que siempre que se cumpla la receta, y no haya errores de horneado, no fallarán nunca.
Ingredientes
- 60 gr. de harina [30 gr.]
- 100 gr. de almendra molida [50 gr.]
- 1/4 cucharilla de sal [1/8 cucharilla]
- 1/4 cucharilla de canela [1/8 cucharilla]
- 30 ml de café cargado [15 ml.]
- 25 gr. de chocolate negro agridulce [113 gr.]
- 50 gr. de mantequilla (o algo menos si las queremos más consistentes) [25 gr.]
- 1 huevo y dos claras [25 gr. huevo + 1 clara]
- 50 gr. de azúcar moreno [25 gr.]
- 50 gr. de azúcar grano blanco (el común) [25 gr.]
- Azúcar grano o en polvo, para rebozar las galletas antes de hornear.
(1) Tamizamos la harina con la almendra, la sal y la canela. Reservamos.
(2) Hacemos un el café fuerte, según gustos. Como no me gusta demasiado el café, lo he hecho normalito y casi ni se ha notado. Sin miedo. Derretimos la mantequilla con el chocolate en el microondas o al baño María.
(3) Levantamos los huevos con el azúcar, mejor con ayuda de un levanta-claras, hasta que quede pálido y espumoso. Añadimos el chocolate derretido anteriormente y el café, no removiendo demasiado la mezcla, de arriba hacia abajo y de forma envolvente.
(4) Echamos la mezcla de harina, poco a poco, sobre el batido. Es una masa bastante líquida, no nos preocupemos pues irá al directo al frigorífico. Tapamos el bol con plástico y llevamos el frigorífico un mínimo de 3 horas, hasta que quede consistente. Mejor, puede dejarse de un día para otro (o más). Las últimas las he hecho tres días después y han quedado muy ricas (o más).
(5) Pasado el tiempo, precalentamos el horno a unos 165º C. Formamos bolas y las rebozamos en el azúcar. La textura externa varia (en apariencia) si la rebozamos en azúcar glasé o azúcar grano. De ambos modos quedan igualmente apetitosas; para gustos. Si lo hacemos en azúcar polvo deben quedar bien embadurnadas.
(6) Aplanamos ligeramente las bolas (opcional) y ponemos sobre una bandeja con papel de hornear. Horneamos durante unos 12 minutos a 165º C.
Retiramos la bandeja del horno y las dejamos enfriar un poco antes de guardar en un recipiente hermético. Duran varios días.
Otra receta más para la lista de galletas ricas, ricas… mi “pasión por el chocolate” es una perdición.
Hola!
ResponderEliminarLeia la receta, que me parece muy sabrosa, y no me quedo claro un detallito, con "frigorifico" te refieres a la parte que congela de un refrigerador o la parte donde uno guarda habitualmente las verduras y frutas?
Se me produce la confusión pq en mi pais rara vez se usa la palabra "frigorifico"
te agradeceria la pronta respuesta ^^
"frigorífico" me refiero a la parte de la nevera en la que dejamos las verduras, yogures y demás.
ResponderEliminarSaludos.
Hola!
ResponderEliminarMe gusto las fotos de tus galletas pero tengo una preguntita, si no quisiera poner las almendras molidas tengo que aumentar la harina o todas las medidas de los insumos permanecen iguales.
Otra preguntita es en vez del café puedo sustituirlo por leche? Esta galleta me puede servir como una base para tarta?
Muchas gracias desde Perú
Cynthia
Vaya delicia de galletas, las quiero probar inmediatamente,con urgencia, mmm!!!
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