Centro de gravedad
Clásicos
Hoy, tal vez por oír hablar de Venecia, me he acortado de “Muerte en Venecia” y de Gustav Malher, aunque el uso que hace L. Visconti de los zooms me hubiese dejado en las primeras escenas (y en la primera visión) un poco desconcertado. Pasaré a algo más alegre, tal vez un poco de Preston Sturges, y espero acabar con un postre de los que me gustan, dulce a la vez que amargo, quizás con un poco de limón o crême fraiche. Creo que esta semana será la semana de los clásicos.
Recetas clásicas, caseras, sencillas y, sobre todo (para mi gusto), ricas. Presentaré alguna receta de otro modo, esperando y deseando que no parezcan lo que son o que no sean lo que parezcan. Ya veremos. Intentaré, lo repito: intentaré, darle a las recetas de ¿toda la vida? (¿de quién?) un punto de vista diferente y, espero, algo mejor. Tal vez mañana cambie de rumbo y me vaya a las antípodas, nunca se sabe. Tal vez pruebe a hacer los dulces de coco como antaño, con leche condensada. Tal vez tenga tiempo. Tal vez haga calor. Tal vez escriba o tal vez no. Tal vez.
¿Cuántas recetas de pastel de zanahoria habré hecho?, unas cuantas, unas publicadas y otras no. Todas diferentes, casi diferentes. Con almendra, con avellanas, con coco (bolitas de zanahoria)… todas disímiles y todas iguales; todas tienen algo en común, un equilibrio y un centro que las hace únicas pero iguales a la vez. Ese centro de gravedad que busco y no encuentro, no del todo, en otras facetas de mi vida.
Ésta prescinde de todos esos aditivos que, en el fondo, no hacen más que enmascarar un sabor único: la zanahoria. La vainilla y la canela son más que suficientes para conseguir un sabrosísimo postre. Lo diré bien alto: “SaBrOsÍsImO!”, porque éste no tiene nada que envidiar. Para mí, que yo recuerde, uno de los mejores. Los otros eran (y son) buenos, pero no son unos auténticos pasteles de zanahorias: saben a almendra, avellana o coco. He estado tentado en llamarlo: “auténtico pastel de zanahoria”; ya mostraré otras recetas, que siendo riquísimas, no son “auténticos”. Además, si os fijáis detenidamente, bajo en calorías y sin colesterol. Sólo unos pocos hidratos de carbono, un poco de energía para un cuerpo necesitado de ellas.
El mundo gira
Y gira, y vuelve a estar como estaba. Como esas figuras que no acaban de caerse, ésas que tienen el centro de gravedad muy bajo, normalmente balanceadas con arena. La figura soy yo, golpean y me levanto, hacia delante y hacia atrás…
Ayer ya estaba todo hablado, pensé. Habías asentido ante mis palabras, no pudiste negarlo; las habías aceptado sin un pero, porque las razones parecían ser las que habíamos hablado [*]. Hoy ya todo se olvida. ¡Qué rápido! Volver a empezar, ya no sé si valdrá la pena. ¡Cuándo desistiré!
Hay algo que excede los límites de cuánto pueda hacer o explicar: estar a la defensiva. Estar a la defensiva es algo que no puedo soportar, me supera. Provoca un estado de tensión y alerta difícil de llevar. Debe tenerse cuidado con todo lo que se dice, cada palabra puede causar un colapso. Un colapso directo al corazón.
No busques más. No leas más allá de mis palabras.
[*] “La infancia cubre a los niños de una burbuja que los hace inmunes a la infelicidad. Todo es perfecto (para ellos), aunque lo que los rodea no le sea. Sus padres, el entorno, todo gira en torno suyo. Nada puede salir mal, esa palabra no existe. ¿Problemas? ¿Qué son “problemas” en la infancia? Siempre la veremos como esa fase en la que todo encajaba a la percepción. Veranos perfectos, sonrisas perfectas, padres perfectos, abuelos,… No lo era, no éramos conscientes de ello, no sabíamos leer más allá de una mirada o un gesto. El niño y la burbuja, la burbuja debía haber explotado hace mucho tiempo.
Sí, hay niños sin infancia. Los desheredados del mundo, del primer mundo. Los abandonados a su (mala) suerte.
El adolescente descubre que no todo es perfecto. Que el mundo no gira en torno a ellos. Que han dejado de ser el centro de gravedad del universo. Que el Universo es finito y se expande, sin saber cómo o hacia dónde. Que son uno más, que sus padres no son perfectos, que su físico ha cambiado, que no siempre tendrán diez años, que el amor es bello y duro a la vez, que no siempre es correspondido, que correspondido no siempre es accesible. Pero… ¿quién quiere un mundo perfecto?
No esperes que todo gire en torno tuyo, no lo esperes. No quieras recuperar esa postal (ficticia) poniéndome a mí en la foto, no es posible. No sé hacer burbujas, se me explotan con facilidad. Cede algo de tu tiempo y tu espacio, sé generosa con él y tendrás tu pequeña burbuja. La burbuja no explotará, la verás desde fuera y, sólo en ese caso, podrás llenarla de lo que más quieras… y sólo podrá explotarse desde dentro. “
Ingredientes
(2) Precalentamos el horno a unos 175º C, algo más si con la cantidad de masa resulta un bizcocho fino. Postre grueso: más tiempo, menor temperatura (para que se haga por dentro); postre fino: menos tiempo a mayor temperatura.
(3) Levantamos los huevos con el azúcar hasta que quede pálido y espumoso. Añadimos el aceite y la vainilla. Echamos, poco a poco, la mezcla de harina, sin revolver demasiado y con cuidado, mejor con una espátula y de forma envolvente.
Añadimos las zanahorias trituradas, también con mucho cuidado. Sólo el tiempo necesario para que quede mezclado.
(4) Vertemos sobre un molde engrasado y enharinado de unos 22 cm. de diámetro. Lo hice en un molde de esas dimensiones pero con la mitad de ingredientes y quedó demasiado fino pero rico. El molde de 20 cm. que tengo es demasiado bajo y con ondulaciones laterales. Hacedlo con la cantidad indicada en la receta y no os arrepentiréis, no sobrará.
Horneamos durante unos 40 minutos a unos 175º C, aproximadamente, hasta que no salga húmedo. No debe abrirse el horno, por lo menos durante los primeros 30 minutos de cocción. Si os queda muy fino dejadlo menos tiempo.
Dejamos enfriar totalmente y espolvoreamos con azúcar polvo. Si lo espolvoreásemos antes el azúcar se derretiría, obviamente.
Si el “dulce de coco” tenía ciertas dudas sobre si le gustaría a todo el mundo (el coco no es “santo de devoción” de mucha gente y hay que hacerlo el tiempo justo para que no quede demasiado duro –podría hacerse con leche condensada-), este postre no falla nunca (“nunca digas nunca”, diré “casi nunca”). Motivos: riquísimo, incluso para aquellos a los que no le gusta la zanahoria; bajo en calorías, para aquellos que están a régimen; sin colesterol, no lleva mantequilla ni margarina; fácil, sólo mezclar y hornear; entretenido, para aquellos, como yo, que necesitan hacer algo, sea lo que sea…
Clásicos
Hoy, tal vez por oír hablar de Venecia, me he acortado de “Muerte en Venecia” y de Gustav Malher, aunque el uso que hace L. Visconti de los zooms me hubiese dejado en las primeras escenas (y en la primera visión) un poco desconcertado. Pasaré a algo más alegre, tal vez un poco de Preston Sturges, y espero acabar con un postre de los que me gustan, dulce a la vez que amargo, quizás con un poco de limón o crême fraiche. Creo que esta semana será la semana de los clásicos.
Recetas clásicas, caseras, sencillas y, sobre todo (para mi gusto), ricas. Presentaré alguna receta de otro modo, esperando y deseando que no parezcan lo que son o que no sean lo que parezcan. Ya veremos. Intentaré, lo repito: intentaré, darle a las recetas de ¿toda la vida? (¿de quién?) un punto de vista diferente y, espero, algo mejor. Tal vez mañana cambie de rumbo y me vaya a las antípodas, nunca se sabe. Tal vez pruebe a hacer los dulces de coco como antaño, con leche condensada. Tal vez tenga tiempo. Tal vez haga calor. Tal vez escriba o tal vez no. Tal vez.
¿Cuántas recetas de pastel de zanahoria habré hecho?, unas cuantas, unas publicadas y otras no. Todas diferentes, casi diferentes. Con almendra, con avellanas, con coco (bolitas de zanahoria)… todas disímiles y todas iguales; todas tienen algo en común, un equilibrio y un centro que las hace únicas pero iguales a la vez. Ese centro de gravedad que busco y no encuentro, no del todo, en otras facetas de mi vida.
Ésta prescinde de todos esos aditivos que, en el fondo, no hacen más que enmascarar un sabor único: la zanahoria. La vainilla y la canela son más que suficientes para conseguir un sabrosísimo postre. Lo diré bien alto: “SaBrOsÍsImO!”, porque éste no tiene nada que envidiar. Para mí, que yo recuerde, uno de los mejores. Los otros eran (y son) buenos, pero no son unos auténticos pasteles de zanahorias: saben a almendra, avellana o coco. He estado tentado en llamarlo: “auténtico pastel de zanahoria”; ya mostraré otras recetas, que siendo riquísimas, no son “auténticos”. Además, si os fijáis detenidamente, bajo en calorías y sin colesterol. Sólo unos pocos hidratos de carbono, un poco de energía para un cuerpo necesitado de ellas.
El mundo gira
Y gira, y vuelve a estar como estaba. Como esas figuras que no acaban de caerse, ésas que tienen el centro de gravedad muy bajo, normalmente balanceadas con arena. La figura soy yo, golpean y me levanto, hacia delante y hacia atrás…
Ayer ya estaba todo hablado, pensé. Habías asentido ante mis palabras, no pudiste negarlo; las habías aceptado sin un pero, porque las razones parecían ser las que habíamos hablado [*]. Hoy ya todo se olvida. ¡Qué rápido! Volver a empezar, ya no sé si valdrá la pena. ¡Cuándo desistiré!
Hay algo que excede los límites de cuánto pueda hacer o explicar: estar a la defensiva. Estar a la defensiva es algo que no puedo soportar, me supera. Provoca un estado de tensión y alerta difícil de llevar. Debe tenerse cuidado con todo lo que se dice, cada palabra puede causar un colapso. Un colapso directo al corazón.
No busques más. No leas más allá de mis palabras.
[*] “La infancia cubre a los niños de una burbuja que los hace inmunes a la infelicidad. Todo es perfecto (para ellos), aunque lo que los rodea no le sea. Sus padres, el entorno, todo gira en torno suyo. Nada puede salir mal, esa palabra no existe. ¿Problemas? ¿Qué son “problemas” en la infancia? Siempre la veremos como esa fase en la que todo encajaba a la percepción. Veranos perfectos, sonrisas perfectas, padres perfectos, abuelos,… No lo era, no éramos conscientes de ello, no sabíamos leer más allá de una mirada o un gesto. El niño y la burbuja, la burbuja debía haber explotado hace mucho tiempo.
Sí, hay niños sin infancia. Los desheredados del mundo, del primer mundo. Los abandonados a su (mala) suerte.
El adolescente descubre que no todo es perfecto. Que el mundo no gira en torno a ellos. Que han dejado de ser el centro de gravedad del universo. Que el Universo es finito y se expande, sin saber cómo o hacia dónde. Que son uno más, que sus padres no son perfectos, que su físico ha cambiado, que no siempre tendrán diez años, que el amor es bello y duro a la vez, que no siempre es correspondido, que correspondido no siempre es accesible. Pero… ¿quién quiere un mundo perfecto?
No esperes que todo gire en torno tuyo, no lo esperes. No quieras recuperar esa postal (ficticia) poniéndome a mí en la foto, no es posible. No sé hacer burbujas, se me explotan con facilidad. Cede algo de tu tiempo y tu espacio, sé generosa con él y tendrás tu pequeña burbuja. La burbuja no explotará, la verás desde fuera y, sólo en ese caso, podrás llenarla de lo que más quieras… y sólo podrá explotarse desde dentro. “
Ingredientes
- 130 gr. de harina
- 1 cucharilla de bicarbonato sódico
- 1 cucharilla de levadura química (Royal), polvos de hornear ;-)
- 1 cucharilla de canela en polvo
- Una pizca sal (opcional, sí opcional)
- 2 huevos grandes
- 180 gr. azúcar blanco grano
- 5 ml aceite de oliva (no demasiado fuerte)
- 5 ml de extracto vainilla
- 300 gr. zanahoria triturada (rallada)
- Nueces picadas, unas pocas, un par de cucharadas. No las he pesado, tal vez la próxima vez (podrían ser unos 50 gr. o algo así, vayan a saber)
(2) Precalentamos el horno a unos 175º C, algo más si con la cantidad de masa resulta un bizcocho fino. Postre grueso: más tiempo, menor temperatura (para que se haga por dentro); postre fino: menos tiempo a mayor temperatura.
(3) Levantamos los huevos con el azúcar hasta que quede pálido y espumoso. Añadimos el aceite y la vainilla. Echamos, poco a poco, la mezcla de harina, sin revolver demasiado y con cuidado, mejor con una espátula y de forma envolvente.
Añadimos las zanahorias trituradas, también con mucho cuidado. Sólo el tiempo necesario para que quede mezclado.
(4) Vertemos sobre un molde engrasado y enharinado de unos 22 cm. de diámetro. Lo hice en un molde de esas dimensiones pero con la mitad de ingredientes y quedó demasiado fino pero rico. El molde de 20 cm. que tengo es demasiado bajo y con ondulaciones laterales. Hacedlo con la cantidad indicada en la receta y no os arrepentiréis, no sobrará.
Horneamos durante unos 40 minutos a unos 175º C, aproximadamente, hasta que no salga húmedo. No debe abrirse el horno, por lo menos durante los primeros 30 minutos de cocción. Si os queda muy fino dejadlo menos tiempo.
Dejamos enfriar totalmente y espolvoreamos con azúcar polvo. Si lo espolvoreásemos antes el azúcar se derretiría, obviamente.
Si el “dulce de coco” tenía ciertas dudas sobre si le gustaría a todo el mundo (el coco no es “santo de devoción” de mucha gente y hay que hacerlo el tiempo justo para que no quede demasiado duro –podría hacerse con leche condensada-), este postre no falla nunca (“nunca digas nunca”, diré “casi nunca”). Motivos: riquísimo, incluso para aquellos a los que no le gusta la zanahoria; bajo en calorías, para aquellos que están a régimen; sin colesterol, no lleva mantequilla ni margarina; fácil, sólo mezclar y hornear; entretenido, para aquellos, como yo, que necesitan hacer algo, sea lo que sea…
Que buena pinta Harry. Precisamente hoy empiezo régimen. El verano ha hecho estragos en mi cuerpecito serrano.
ResponderEliminarProbaré este pastel el fin de semana-
Verás como no te arrepientes (espero).
ResponderEliminarMe lo tomé prácticamente yo solito y sigo bajando... ;-). No lo diré muy alto (hay por aquí alguna persona que desea saber mi peso) pero estoy (más) por debajo de 68 Kg. y mido 1,88 cm. Mi problema está siendo evitar adelgazar demasiado en verano corriendo 2 horas al sol...
Pruébalo, échame a mí la culpa ;-)
jejeje, lo haré, me cubriré la espalda con mi dolor.
ResponderEliminarTe diré que estás muy delgado para tu 1,88.
No me extrañas que hagas tantos postres y comida con masas...
La pobre M lo debe de pasar mal contigo seguro tu bajas y ella sube, claro que ella casi que no debe de correr y tu si.
Hoy empiezo bicicleta. Te vas a reir pero creo que empezaré con 15 minutos diarios, dar un paseito y volver (si no llueve, claro) que Galicia ya sabemos como es.
Gracias Harry, te contaré como me quedó.
y como se hace una burbuja asi??..para eso seguro que no hay receta..jejejje
ResponderEliminarel pastel..se ve delicioso..rico..apatecible..con ganas de darle un buen mordisco..y que suerte poder comer todas las maravillas que pones..y encima no aumentar peso!!
esta la hago pronto a mi chiquitin le vuelve loco la zanhoria
un beso!!