Intermedio
Saliéndome de los clásicos
Estoy dentro de la semana de “los clásicos” y sí, sigo y seguiré con ellos, unas recetas que espero poner próximamente (el pan de hoy, por ejemplo, ha estado insuperable –para mi gusto-). Por una vez, y por no disponer de Internet (verano, verano) las recetas van mucho más rápidas que las publicaciones, están haciendo cola. Ésta, para romper un poco el ritmo, se ha colado. Ha sido la última y, para ser sincero, todavía no la he probado. Ya pondré un comentario al final de la entrada cuando la pruebe. Por el momento promete, un relleno con sabor a chocolate blanco y cierto aroma a cardamomo.
¿A que huele o sabe el cardamomo? Diría que tiene un ligero tono a limón, a frescura, siempre muy particular.
El libro
Veo un libro que me guste y lo compro. Son una pasión. Éste fue toda una casualidad. Como he dicho en otra receta, el domingo, de paso en dirección a “A illa”, tenía “mono” de fruta y me fui al “Opencor” a eso de las 12:30 de la madrugada. Buscando, buscando, me encontré un libro que ya había visto en algún otro centro comercial: Tartas, de Sarah Banbery. A la bolsa de la compra.
En él he descubierto una receta que ya había elaborado Tarta de mango, crema de limoncillo y base de coco, sólo que sin “limoncillo”, con la consabida pérdida del aroma necesario que pude suplir con unas gotas de aroma de limón.
Aunque todas las tartas del libro parten de un concepto básico, masa quebrada con un relleno, todas resultan apetitosas a la vista y, examinando los ingredientes, intuyo que también al sabor. Proporciona muchas ideas para emplear en quiches y en tartas de frutas, básicamente. El único problema podría ser localizar algún ingrediente que otro. El cardamomo lo he encontrado muy cerca de casa, en una frutería.
El corte
No hablaré del hipermercado, ni de las heridas del enésimo golpe. Como el otro día comenté situaciones “clásicas” que me habían sucedido ese mismo día en el supermercado, hoy me he acordado de otras situaciones, más lejanas, que han provocado un sentimiento de “corte”, una vergüenza pasajera y la mayor parte de las veces trivial.
No soy cortado, sí tímido, muy tímido, pero puedo llegar a ser un poco “sinvergüenza” en el sentido literal, “sin vergüenza”. Tal vez porque, en general, no me preocupo por lo que lo demás puedan pensar de mí, salvo que me importen. Sí, me acuerdo de ciertas situaciones incómodas que todavía tengo en la memoria o que han hecho que me ruborice. Cuatro tonterías:
Tontería número 1: el síndrome de Mr. Bean). Lavabo público, probablemente un cine o una cafetería. Grifo a presión exageradamente alta… ¡sorpresa!, mientras te lavas las manos, nada más abrir el grifo, justo te salpicas en dónde no parece lo que es. Opciones: a) no hay secador de manos. Solución: taparse con algún objeto cuando entras en el restaurante y esperar a que seque lo antes posible; b) hay secador de manos. Solución: de puntillas, estirando del pantalón y disimulando por si entra alguna que otra persona. Ahora me seco, ahora disimulo.
Tontería número 2: ¿qué miras?). No tengo la culpa de que hagan unas camisetas con mensajes tan divertidos, a veces con textos ilegibles. Si la camiseta la lleva un chico no hay problema, la intentas leer ya está. Si la camiseta la lleva una chica ¿cómo evitar que piense que no estoy mirando otra cosa? No ha sido la primera vez que, en mi afán por descifrar el mensaje escrito, la susodicha me mire de un modo “extraño”, intuyendo otras necesidades…
Tontería número 3: ¿a dónde ha ido a parar?) No diré mucho. Resfriado. Fuerte estornudo. Aquí falta algo, ¿a dónde ha ido a parar? En mi mano no está. Sálvese quién pueda. Tonto el último.
Tontería número 4: el sastrecillo valiente) ¡El rey está desnudo! Después de toda la mañana en el trabajo, paseando por la calle, descubres que la cremallera no está en la posición que le correspondería…. ¡y llevas calzones! Pudo haberse escapado en cualquier momento. Otras opciones, ¿no llevas la camiseta al revés? ¿no tienes el pantalón roto por el trasero? y un largo etcétera.
Las situaciones más comprometidas, me ruborizo con sólo pensarlas.
Masa quebrada
Es la tercera vez en poco tiempo que la empleo (tarta de ciruelas, quiche), y todas ellas con pequeñas variantes. Ésta es la recomendada por la autora para esta tarta, pero he añadido un par de cucharadas de azúcar, un poco de ralladura de limón y empleando leche fría en vez de agua para ayudar a ligar la masa
.
La masa propuesta por Sarah Banbery para esta receta se trata de una masa quebrada salada, como la empleada para la quiché. Por tratarse de un dulce, el uso de azúcar parece más que recomendable, incluso una masa 1-2-3.
La autora especifica que para un molde de 22 cm. 125 gr. de harina son suficientes. También tengo mis dudas. Ésa ha sido la cantidad empleada para mi molde de 20 cm., me ha sobrado algo, pero dudo que llegase a cubrir una tarta de ese tamaño. Pongo las cantidades empleadas y, entre corchetes, las proporciones para 200 gr. de harina.
(2) En un bol tamizamos la harina con el azúcar, la sal y la ralladura de limón. Añadimos la mantequilla troceada y, con ayuda de las manos, la deshacemos hasta que tenga la consistencia y aspecto de pan rallado.
(3) Vertemos la leche fría y amasamos rápidamente, sólo hasta que ligue bien y quede una masa homogénea. Formamos una bola.
Cubrimos con un plástico transparente para que no se seque y dejamos reposar en el frigorífico un mínimo de 30 min. Puede dejarse muchas horas, siempre que esté bien cubierta.
(4) Pasado ese tiempo, precalentamos el horno a unos 190º C y retiramos la masa del frigorífico. Si está demasiado dura la sobamos un poco (muy poco y sin amasar) para poder estirar mejor la masa. Ponemos entre dos bolsas de congelación o sobre una superficie enharinada y estiramos con el rodillo hasta obtener el grosor y la anchura deseados.
(5) Cubrimos el molde con la masa, retirando una de las bolsas de congelación y empleando la otra para realizar presión sobre el molde. Cortamos los restos pasando el rodillo sobre el borde superior del molde. Pinchamos la superficie con un tenedor para que no suba.
También podría estirarse y cubrir el molde antes de llevar al frigorífico, introduciéndolo ya con la masa estirada y perforada.
(6) Cubrimos la superficie de la masa con papel de hornear o de aluminio, rellenamos con legumbres (habas secar o garbanzos, mejor garbanzos), para que ejerzan presión, e introducimos en el horno precalentado durante unos 15 minutos, aproximadamente. Pasado ese tiempo retiramos los garbanzos y el papel vegetal; horneamos durante unos 10 a 15 minutos más, hasta que tenga un ligero todo tostado.
Dejamos enfriar totalmente antes de proceder a rellenarla. Podemos tenerla preparada con mucha antelación.
Relleno
He empleado la mitad de ingredientes. Lo he hecho en un molde bajito de 20 cm. Si empleáis un molde mayor usad la versión completa o un 75% de la misma. Mis cantidades están entre corchetes, las cantidades del libro son las indicadas.
Otra recomendación: la receta indica que deben molerse las semillas del cardamomo y añadirlo al chocolate. Así lo he hecho, pero creo que la mejor opción sería infusionar las semillas troceadas con la nata, así adquiriría más aroma.
La gelatina no es necesario disolverla en agua caliente para añadir al relleno, como la nata está caliente se disuelve e integra con facilidad en ella.
(2) Troceamos el chocolate en fragmentos finos y echamos en un bol. Añadimos las semillas de cardamomo hechas polvo al chocolate.
(3) En otro cazo, calentamos la nata y la llevamos ebullición. En ese momento la vertemos sobre el chocolate blanco con el cardamomo. Añadimos la gelatina escurrida. Removemos con una espátula hasta que el chocolate se haya fundido totalmente y quede una pasta homogénea.
(4) Dejamos que entibie para que no reblandezca la masa quebrada y el líquido pueda salirse. Removemos un poco y echamos sobre la masa. Llevamos al frigorífico durante, como mínimo, unas 4 horas.
(5) Para decorar echamos cacao en polvo y/o virutas de chocolate blanco. Ideas.
Se toma fría. En este instante no la he probado (todavía), pero la masa antes de añadirla estaba buenísima, algo es algo. Un dedo para rebañar la tartera nunca puede faltar, tirarlo sería un “pecado” ;-).
Saliéndome de los clásicos
Estoy dentro de la semana de “los clásicos” y sí, sigo y seguiré con ellos, unas recetas que espero poner próximamente (el pan de hoy, por ejemplo, ha estado insuperable –para mi gusto-). Por una vez, y por no disponer de Internet (verano, verano) las recetas van mucho más rápidas que las publicaciones, están haciendo cola. Ésta, para romper un poco el ritmo, se ha colado. Ha sido la última y, para ser sincero, todavía no la he probado. Ya pondré un comentario al final de la entrada cuando la pruebe. Por el momento promete, un relleno con sabor a chocolate blanco y cierto aroma a cardamomo.
¿A que huele o sabe el cardamomo? Diría que tiene un ligero tono a limón, a frescura, siempre muy particular.
El libro
Veo un libro que me guste y lo compro. Son una pasión. Éste fue toda una casualidad. Como he dicho en otra receta, el domingo, de paso en dirección a “A illa”, tenía “mono” de fruta y me fui al “Opencor” a eso de las 12:30 de la madrugada. Buscando, buscando, me encontré un libro que ya había visto en algún otro centro comercial: Tartas, de Sarah Banbery. A la bolsa de la compra.
En él he descubierto una receta que ya había elaborado Tarta de mango, crema de limoncillo y base de coco, sólo que sin “limoncillo”, con la consabida pérdida del aroma necesario que pude suplir con unas gotas de aroma de limón.
Aunque todas las tartas del libro parten de un concepto básico, masa quebrada con un relleno, todas resultan apetitosas a la vista y, examinando los ingredientes, intuyo que también al sabor. Proporciona muchas ideas para emplear en quiches y en tartas de frutas, básicamente. El único problema podría ser localizar algún ingrediente que otro. El cardamomo lo he encontrado muy cerca de casa, en una frutería.
El corte
No hablaré del hipermercado, ni de las heridas del enésimo golpe. Como el otro día comenté situaciones “clásicas” que me habían sucedido ese mismo día en el supermercado, hoy me he acordado de otras situaciones, más lejanas, que han provocado un sentimiento de “corte”, una vergüenza pasajera y la mayor parte de las veces trivial.
No soy cortado, sí tímido, muy tímido, pero puedo llegar a ser un poco “sinvergüenza” en el sentido literal, “sin vergüenza”. Tal vez porque, en general, no me preocupo por lo que lo demás puedan pensar de mí, salvo que me importen. Sí, me acuerdo de ciertas situaciones incómodas que todavía tengo en la memoria o que han hecho que me ruborice. Cuatro tonterías:
Tontería número 1: el síndrome de Mr. Bean). Lavabo público, probablemente un cine o una cafetería. Grifo a presión exageradamente alta… ¡sorpresa!, mientras te lavas las manos, nada más abrir el grifo, justo te salpicas en dónde no parece lo que es. Opciones: a) no hay secador de manos. Solución: taparse con algún objeto cuando entras en el restaurante y esperar a que seque lo antes posible; b) hay secador de manos. Solución: de puntillas, estirando del pantalón y disimulando por si entra alguna que otra persona. Ahora me seco, ahora disimulo.
Tontería número 2: ¿qué miras?). No tengo la culpa de que hagan unas camisetas con mensajes tan divertidos, a veces con textos ilegibles. Si la camiseta la lleva un chico no hay problema, la intentas leer ya está. Si la camiseta la lleva una chica ¿cómo evitar que piense que no estoy mirando otra cosa? No ha sido la primera vez que, en mi afán por descifrar el mensaje escrito, la susodicha me mire de un modo “extraño”, intuyendo otras necesidades…
Tontería número 3: ¿a dónde ha ido a parar?) No diré mucho. Resfriado. Fuerte estornudo. Aquí falta algo, ¿a dónde ha ido a parar? En mi mano no está. Sálvese quién pueda. Tonto el último.
Tontería número 4: el sastrecillo valiente) ¡El rey está desnudo! Después de toda la mañana en el trabajo, paseando por la calle, descubres que la cremallera no está en la posición que le correspondería…. ¡y llevas calzones! Pudo haberse escapado en cualquier momento. Otras opciones, ¿no llevas la camiseta al revés? ¿no tienes el pantalón roto por el trasero? y un largo etcétera.
Las situaciones más comprometidas, me ruborizo con sólo pensarlas.
Masa quebrada
Es la tercera vez en poco tiempo que la empleo (tarta de ciruelas, quiche), y todas ellas con pequeñas variantes. Ésta es la recomendada por la autora para esta tarta, pero he añadido un par de cucharadas de azúcar, un poco de ralladura de limón y empleando leche fría en vez de agua para ayudar a ligar la masa
.
La masa propuesta por Sarah Banbery para esta receta se trata de una masa quebrada salada, como la empleada para la quiché. Por tratarse de un dulce, el uso de azúcar parece más que recomendable, incluso una masa 1-2-3.
La autora especifica que para un molde de 22 cm. 125 gr. de harina son suficientes. También tengo mis dudas. Ésa ha sido la cantidad empleada para mi molde de 20 cm., me ha sobrado algo, pero dudo que llegase a cubrir una tarta de ese tamaño. Pongo las cantidades empleadas y, entre corchetes, las proporciones para 200 gr. de harina.
- 125 gr. de harina de repostería [200 gr.]
- 75 gr. de mantequilla [120 gr.]
- 2 cucharadas de azúcar [3 cucharadas]
- Una pizca de sal [1/4 cucharilla]
- 2 cucharadas de leche (se puede prescindir de ella, pero ayuda a ligar la masa) [3 cucharadas]. La necesaria para que ligue bien.
- Ralladura de limón. Podría emplearse otro aroma, vainilla, por ejemplo.
(2) En un bol tamizamos la harina con el azúcar, la sal y la ralladura de limón. Añadimos la mantequilla troceada y, con ayuda de las manos, la deshacemos hasta que tenga la consistencia y aspecto de pan rallado.
(3) Vertemos la leche fría y amasamos rápidamente, sólo hasta que ligue bien y quede una masa homogénea. Formamos una bola.
Cubrimos con un plástico transparente para que no se seque y dejamos reposar en el frigorífico un mínimo de 30 min. Puede dejarse muchas horas, siempre que esté bien cubierta.
(4) Pasado ese tiempo, precalentamos el horno a unos 190º C y retiramos la masa del frigorífico. Si está demasiado dura la sobamos un poco (muy poco y sin amasar) para poder estirar mejor la masa. Ponemos entre dos bolsas de congelación o sobre una superficie enharinada y estiramos con el rodillo hasta obtener el grosor y la anchura deseados.
(5) Cubrimos el molde con la masa, retirando una de las bolsas de congelación y empleando la otra para realizar presión sobre el molde. Cortamos los restos pasando el rodillo sobre el borde superior del molde. Pinchamos la superficie con un tenedor para que no suba.
También podría estirarse y cubrir el molde antes de llevar al frigorífico, introduciéndolo ya con la masa estirada y perforada.
(6) Cubrimos la superficie de la masa con papel de hornear o de aluminio, rellenamos con legumbres (habas secar o garbanzos, mejor garbanzos), para que ejerzan presión, e introducimos en el horno precalentado durante unos 15 minutos, aproximadamente. Pasado ese tiempo retiramos los garbanzos y el papel vegetal; horneamos durante unos 10 a 15 minutos más, hasta que tenga un ligero todo tostado.
Dejamos enfriar totalmente antes de proceder a rellenarla. Podemos tenerla preparada con mucha antelación.
Relleno
He empleado la mitad de ingredientes. Lo he hecho en un molde bajito de 20 cm. Si empleáis un molde mayor usad la versión completa o un 75% de la misma. Mis cantidades están entre corchetes, las cantidades del libro son las indicadas.
Otra recomendación: la receta indica que deben molerse las semillas del cardamomo y añadirlo al chocolate. Así lo he hecho, pero creo que la mejor opción sería infusionar las semillas troceadas con la nata, así adquiriría más aroma.
La gelatina no es necesario disolverla en agua caliente para añadir al relleno, como la nata está caliente se disuelve e integra con facilidad en ella.
- 6 gr. de gelatina en láminas [3 gr.]
- 8 vainas de cardamomo [4 vainas]. Usaremos las semillas negras del interior.
- 350 gr. de chocolate blanco [175 gr.]
- 390 gr. nata líquida para montar [195 gr.]
(2) Troceamos el chocolate en fragmentos finos y echamos en un bol. Añadimos las semillas de cardamomo hechas polvo al chocolate.
(3) En otro cazo, calentamos la nata y la llevamos ebullición. En ese momento la vertemos sobre el chocolate blanco con el cardamomo. Añadimos la gelatina escurrida. Removemos con una espátula hasta que el chocolate se haya fundido totalmente y quede una pasta homogénea.
(4) Dejamos que entibie para que no reblandezca la masa quebrada y el líquido pueda salirse. Removemos un poco y echamos sobre la masa. Llevamos al frigorífico durante, como mínimo, unas 4 horas.
(5) Para decorar echamos cacao en polvo y/o virutas de chocolate blanco. Ideas.
Se toma fría. En este instante no la he probado (todavía), pero la masa antes de añadirla estaba buenísima, algo es algo. Un dedo para rebañar la tartera nunca puede faltar, tirarlo sería un “pecado” ;-).
¡Saludos!
ResponderEliminarPor favor, Harry: ¿podrías darme la dirección de la frutería en la que conseguiste las vainas de cardamomo -si se trata de Santiago, como deduzco-?.
Por circunstancias que no vienen al caso, prácticamente no salgo de mi barrio y, para una ovo-lacto-vegetariana como yo, ¡imagínate!, cuando necesito genjibre o lombarda tengo que encargarlos en mi "frutería de barrio" con dos o tres días de antelación.
Muchas gracias por compartir este espacio con nosotr@s, sobre todo con aquell@s más novat@s.
¡Hasta la próxima!.
Manuela.
Que buena pinta tiene esta tarta para variar, creo que será dificil encontrar el cadarmono, me imagino que cuando pregunte en mi frutería me verán con cara de loca.
ResponderEliminarUn día (no me acuerdo), leí un comentario tuyo donde buscabas un molde desmoldable de menos de 20cms ¿no?, bueno pues que sepas que compré uno redondo de unos 15 o 17cms en los chinos y desmontable. Compré ese redondo y otro un pelín mas grande en forma de corazón que se empeñó mi hija. Lo he probado y va bien. Nosotros es que somos solo mis hijos y yo y no les gusta mucho los bizcochos pasado el primer día, así que mitad de ingredientes y podemos hacerlos mas a menudo.
Espero que lo encuentres, ya me contarás.
Gracias
Hola,
ResponderEliminarEl cardamomo no me ha resultado difícil de encontrarlo. En Santiago lo he localizado en la primera frutería que hay en Rosalía de Castro, a mano izquierda viniendo desde la rotonda en la entrada del campus Sur, facultades de Derecho y CC Políticas. En esta ciudad también conozco dos sitios en los que es más que probable que se pueda encontrar: en una “herboristería/productos naturistas” que se encuentra en una cuesta que da a la calle del Hórreo, casi en frente a la Policía; o, más improbable pero la podrían conseguir, en Ramón Cabanillas, a mano derecha en dirección a los cines Valle Inclán.
El último molde que uso es uno que he encontrado en Estocolmo. Es de 20 cm, nos sobran un par de ellos pero tampoco es un trauma comer un poco más, sobre todo si ha salido rico. Seguiré buscando… Gracias.
Gracias por los comentarios y compañía.
Deliciosa! La he hecho para esta nochevieja (2008-2009) y la decoré con la ayuda de papel de hornear recortado con un motivo... bueno... la verdad es que nada navideño pero hizo gracia a los comensales: http://mmana.blogspot.com/2009/01/tarta-maquera-de-chocolate-blanco.html
ResponderEliminarComo no encontré cardamomo aromaticé con vainilla líquida, de ahí el tono amarillo de la crema. En mi Andalucía natal se usa mucho el cardamomo para aromatizar el té pero en Barcelona, que es donde cociné la tarta, es bastante más complicado encontrarlo. Entre las morcillas, la miel de caña y ahora el cardamomo mi maleta va a parecer un mini-supermercado volante para gourmets!
Un saludo y una reverencia a mi chef favorito.