Aislado
Las recetas
El problema no es el tiempo para cocinar, dispongo de bastante –obligatoriamente –, todos los días paso unas horas en la cocina. El problema es encontrar el tiempo para escribirlas y, todavía peor, un método bueno y rápido para publicarlas. El ciber (“O siber”, como me decía un niño cuando le preguntaba por él) no acaba de convencerme.
He realizado varias recetas y, a mi parecer, muy interesentes; postres y platos salados. Otra duda: decidir por cuál empezar. Ahora, sin motivo aparente ni decisión objetivamente razonable, empiezo por una tarta de ciruelas, muy sencilla y de la cual me ha sorprendido su frescura y sabor. Sobre todo acompañada de helado, unas natillas, crema, nata o, simplemente, azúcar lustre.
Es una adaptación de la idea (porque he hecho cambios, leves, y he modificado la masa base) que presenta el libro “Larousse de los postres” de Pierre Hermé.
M había comprado ciruelas (estaban muy económicas) con una capacidad de maduración única y muy veloz. El peligro de que se echasen a perder era evidente e inmediato. Empecé el postre con otra idea en mente, cortando cada una de las ciruelas a mi gusto. Tenía la intención de elaborar un relleno basado en una especie de crema, apetitosa en mi imaginación. La aplazo. Cuando acabé de cortarlas descubrí que la cantidad de ciruelas era excesiva para el molde de 20 cm. Así, sin premeditarlo, vino a mi memoria esta receta, en la que la decepción inicial por no ejecutar la idea inicial se transformó en sorpresa después de haberla probado, bien fría, eso sí. Mejor dejarla reposar en el frigorífico de un día para otro.
Náufrago
He venido con ella en “su” (her) coche, el mío se ha quedado en Santiago. Por las mañanas se desplaza al trabajo, vuelve, come y, si el tiempo acompaña, playa… No puedo evitar tener una pequeña sensación casi claustrofóbica. Pensar que me pueda pasar algo durante esas horas, alguna necesidad inalcanzable… esa sensación de no tener modo de desplazamiento. Quién diría que hace poco que tengo el carnet.
Por la tarde la impresión no cambia, es “su” coche y, aunque me dice que no hay problema, sé que le tiene demasiado “cariño”. Nunca he conocido a nadie con tanto “amor” (así lo llamaría) por su coche. Ha habido épocas, incluso, en las que he pensado que los cuidaba (he dicho “cuidaba”) más que a mí. Detesto ese aprecio a lo material, esa forma curiosa de “relativización negativa”.
Cuando por algún motivo hay que dejar un coche fuera, estamos en Boiro, por ejemplo, es el turno de llevar mi coche. No creo que sea una casualidad.
Sólo coger su coche me provoca un pánico, un miedo a que pueda pasarle algo, un celo difícil de sobrellevar.
El cine de abstinencia
Los deseos de ir al cine, aunque sólo sea para ver a un ratoncito chef, son agobiantes. Llevo demasiado tiempo sin ir, lo necesito, necesito esas horas de tranquilidad. Para ello tendría que desplazarme (en última sesión) hasta Vilagarcía. Lejos queda la época en la que en casi todos los pueblos, por pequeños que fueran, existía una escuela, una botica o un cine.
En Boiro llegamos a tener dos, el cine de “arriba” y el cine de… “abajo”. En aquellos años de inicio de libertades, “el de abajo” pasó durante una temporada a ser un “cine para mayores”, estrellitas en las carteleras camino del colegio. Mirábamos de reojo, sólo un poco, que era pecado; una curiosidad nada gratificante para esa inocencia todavía sin perder. El otro cine era un misterio, nada de estrenos. Un verdadero cajón desastre.
Allí, en el cine de arriba, recuerdo haber visto, en soledad tras su breve reapertura, “Cotton Club”. También recuerdo en mi infancia: ¡Tarzán en Nueva York! o Supermán 2. Siempre había muchas de kung-fu, o kárate, nunca he tenido nada claro la diferencia. Argumento: anciano tiene tienda “de-todo-un-poco”, sobrina o nieta y un grupo de malos-malísimos que lo extorsionan y chantajean. Llega el bueno-buenísimo, experto en artes marciales, se enamora de la chica y salva la situación enfrentándose a los malos que se presentaban en grupo. Cinco o seis contra uno. A veces, el bueno es un poco torpe pero, sorpresa, aprende muy rápido.
Con los años tocó cobrar el seguro y más de un cine ardió con nocturnidad y desconozco si con alevosía. Los multicines transformaron aquellos espacios y pantallas casi infinitas, por lo menos para un peque como yo, en pequeñas cajas de cerillas con 5 ó 6 salas. Alguna con apariencia de minibús.
Había otra vez…
Cruzando el puente he visto un circo, pensaba que, al igual que los cines, se habían extinguido. He visto las fieras, un tigre se relamía la boca al ver tanto hueso en movimiento…
Cuando entraban el en pueblo era una fiesta. Era nuestro gran flautista de Hamelin, todos siguiendo a esa (eterna) caravana hasta el lugar de montaje. Y allí nos quedábamos varios días, viendo las fieras y las carpas hasta que llegase el día de la función. Esa era otra historia….
El postre
Masa quebrada
Existen tantas variantes, pequeñeces, de esta receta que creo que pocas veces la hago con la misma exactitud: con huevo, con yemas, con agua, con leche, con coco, con azúcar, sin azúcar, sin sal, de almendra, de café, de cacao,…
Una receta básica y casi inolvidable es la masa 1-2-3 (Murbett); una parte de azúcar, dos de mantequilla y tres de harina, el resto es opcional. Cuanto más mantequilla, más quebradiza será.
Para elaboraciones saladas suele emplearse una masa brisée con el doble de harina que de mantequilla, huevo, sal y, opcionalmente, una cucharada de agua o (incluso) azúcar. El azúcar se añade en el caso de una preparación dulce o agridulce.
En esta versión he querido evitar el huevo por tres motivos: 1º) he usado un molde de 20 cm., por lo que me daba pena dejar en el frigorífico parte del huevo o la clara; 2º) sin huevo resulta más quebradiza y menos pegajosa a la hora de trabajar; 3º) quería aromatizarla con vainilla, aportando líquido a la masa, por lo que el huevo es menos necesario.
Esta vez he realizado una masa que podría emplearse para un quiche, ya explicaré los motivos, endulzada con algo de azúcar y ligado con agua. Probad la que más os guste, una 1-2-3 con margarina resulta más dulce y más sana, sin colesterol ;-). Para mi molde de 20 cm. ha sido suficiente con las cantidades empleadas entre corchetes:
Ingredientes
(1) En un bol tamizamos la harina con el azúcar y la sal. Formamos un volcán.
(2) Troceamos la mantequilla en daditos, la añadimos y, con ayuda de las manos, la deshacemos hasta que tenga la consistencia y aspecto de pan rallado. Recuerdo que hace un par de años este proceso lo hacía con ayuda de dos cuchillos; era un trabajo demasiado riguroso e innecesario.
(3) Vertemos el agua y amasamos rápidamente, sólo hasta que ligue bien. Formamos una bola.
Razones de la rapidez: que no se contraiga demasiado al hornear y que no se desmorone. Recubrimos (bien) con un plástico transparente para que no se seque y dejamos reposar en el frigorífico un mínimo de 30 min. Puede dejarse muchas horas.
(4) Retiramos la masa del frigorífico. Si está demasiado dura la sobamos un poco para calentar algo la mantequilla. Ponemos entre dos bolsas de congelación o sobre una superficie enharinada abundantemente y estiramos hasta obtener el grosor deseado.
(5) Engrasamos (no demasiado), enharinamos el molde y cubrimos con la masa. Este proceso lo hago eliminando únicamente una de las bolsas de congelación y empleando la otra para realizar presión sobre el molde. Cortamos los restos pasando el rodillo sobre el (borde del) molde. Pinchamos la superficie con un tenedor para que no suba.
Reservamos y preparamos el relleno.
Relleno
Más fácil imposible. Escribiré las cantidades que pone en el libro, pues yo las he realizado a ojo y a mi gusto. A mayores, le he echado un poco de azúcar vainillado. Casi copy-paste:
Ingredientes
(1) Lavamos las ciruelas y retiramos el hueso central sin separar completamente las dos mitades. Bien, en mi caso he pasado por alto lo de “sin separar las dos mitades”, tal vez si el molde fuese mucho más grande… No he observado ningún problema por este hecho.
(2) Espolvoreamos el molde recubierto con la masa quebrada con unos 40 gr. de azúcar. Aquí me pregunto ahora: ¿no le vendría bien pitarlo con un poco de mermelada de ciruela?, por aportar otra idea. Colocamos las ciruelas con el lado abombado hacia abajo, espolvoreamos con otros 40 gr. de azúcar y la cucharilla de azúcar vainillado.
(3) Introducimos en horno precalentado a unos 200º C (o más) durante un mínimo de 30 min., hasta que tengan una consistencia casi deshecha.
(4) Dejamos enfriar totalmente y, para mi gusto, introducimos en el frigorífico para que a la hora de tomar esté bien fresquita.
La tomamos espolvoreada con azúcar polvo antes de servir (unos 30 gr.). También podría tomarse con un helado de vainilla, nata montada o, como he hecho, con unas natillas o crema pastelera.
Muy rica. Aunque las ciruelas estaban muy maduras, la tarta tenía un sabor agridulce excepcional para mi gusto).
Las recetas
El problema no es el tiempo para cocinar, dispongo de bastante –obligatoriamente –, todos los días paso unas horas en la cocina. El problema es encontrar el tiempo para escribirlas y, todavía peor, un método bueno y rápido para publicarlas. El ciber (“O siber”, como me decía un niño cuando le preguntaba por él) no acaba de convencerme.
He realizado varias recetas y, a mi parecer, muy interesentes; postres y platos salados. Otra duda: decidir por cuál empezar. Ahora, sin motivo aparente ni decisión objetivamente razonable, empiezo por una tarta de ciruelas, muy sencilla y de la cual me ha sorprendido su frescura y sabor. Sobre todo acompañada de helado, unas natillas, crema, nata o, simplemente, azúcar lustre.
Es una adaptación de la idea (porque he hecho cambios, leves, y he modificado la masa base) que presenta el libro “Larousse de los postres” de Pierre Hermé.
M había comprado ciruelas (estaban muy económicas) con una capacidad de maduración única y muy veloz. El peligro de que se echasen a perder era evidente e inmediato. Empecé el postre con otra idea en mente, cortando cada una de las ciruelas a mi gusto. Tenía la intención de elaborar un relleno basado en una especie de crema, apetitosa en mi imaginación. La aplazo. Cuando acabé de cortarlas descubrí que la cantidad de ciruelas era excesiva para el molde de 20 cm. Así, sin premeditarlo, vino a mi memoria esta receta, en la que la decepción inicial por no ejecutar la idea inicial se transformó en sorpresa después de haberla probado, bien fría, eso sí. Mejor dejarla reposar en el frigorífico de un día para otro.
Náufrago
He venido con ella en “su” (her) coche, el mío se ha quedado en Santiago. Por las mañanas se desplaza al trabajo, vuelve, come y, si el tiempo acompaña, playa… No puedo evitar tener una pequeña sensación casi claustrofóbica. Pensar que me pueda pasar algo durante esas horas, alguna necesidad inalcanzable… esa sensación de no tener modo de desplazamiento. Quién diría que hace poco que tengo el carnet.
Por la tarde la impresión no cambia, es “su” coche y, aunque me dice que no hay problema, sé que le tiene demasiado “cariño”. Nunca he conocido a nadie con tanto “amor” (así lo llamaría) por su coche. Ha habido épocas, incluso, en las que he pensado que los cuidaba (he dicho “cuidaba”) más que a mí. Detesto ese aprecio a lo material, esa forma curiosa de “relativización negativa”.
Cuando por algún motivo hay que dejar un coche fuera, estamos en Boiro, por ejemplo, es el turno de llevar mi coche. No creo que sea una casualidad.
Sólo coger su coche me provoca un pánico, un miedo a que pueda pasarle algo, un celo difícil de sobrellevar.
El cine de abstinencia
Los deseos de ir al cine, aunque sólo sea para ver a un ratoncito chef, son agobiantes. Llevo demasiado tiempo sin ir, lo necesito, necesito esas horas de tranquilidad. Para ello tendría que desplazarme (en última sesión) hasta Vilagarcía. Lejos queda la época en la que en casi todos los pueblos, por pequeños que fueran, existía una escuela, una botica o un cine.
En Boiro llegamos a tener dos, el cine de “arriba” y el cine de… “abajo”. En aquellos años de inicio de libertades, “el de abajo” pasó durante una temporada a ser un “cine para mayores”, estrellitas en las carteleras camino del colegio. Mirábamos de reojo, sólo un poco, que era pecado; una curiosidad nada gratificante para esa inocencia todavía sin perder. El otro cine era un misterio, nada de estrenos. Un verdadero cajón desastre.
Allí, en el cine de arriba, recuerdo haber visto, en soledad tras su breve reapertura, “Cotton Club”. También recuerdo en mi infancia: ¡Tarzán en Nueva York! o Supermán 2. Siempre había muchas de kung-fu, o kárate, nunca he tenido nada claro la diferencia. Argumento: anciano tiene tienda “de-todo-un-poco”, sobrina o nieta y un grupo de malos-malísimos que lo extorsionan y chantajean. Llega el bueno-buenísimo, experto en artes marciales, se enamora de la chica y salva la situación enfrentándose a los malos que se presentaban en grupo. Cinco o seis contra uno. A veces, el bueno es un poco torpe pero, sorpresa, aprende muy rápido.
Con los años tocó cobrar el seguro y más de un cine ardió con nocturnidad y desconozco si con alevosía. Los multicines transformaron aquellos espacios y pantallas casi infinitas, por lo menos para un peque como yo, en pequeñas cajas de cerillas con 5 ó 6 salas. Alguna con apariencia de minibús.
Había otra vez…
Cruzando el puente he visto un circo, pensaba que, al igual que los cines, se habían extinguido. He visto las fieras, un tigre se relamía la boca al ver tanto hueso en movimiento…
Cuando entraban el en pueblo era una fiesta. Era nuestro gran flautista de Hamelin, todos siguiendo a esa (eterna) caravana hasta el lugar de montaje. Y allí nos quedábamos varios días, viendo las fieras y las carpas hasta que llegase el día de la función. Esa era otra historia….
El postre
Masa quebrada
Existen tantas variantes, pequeñeces, de esta receta que creo que pocas veces la hago con la misma exactitud: con huevo, con yemas, con agua, con leche, con coco, con azúcar, sin azúcar, sin sal, de almendra, de café, de cacao,…
Una receta básica y casi inolvidable es la masa 1-2-3 (Murbett); una parte de azúcar, dos de mantequilla y tres de harina, el resto es opcional. Cuanto más mantequilla, más quebradiza será.
Para elaboraciones saladas suele emplearse una masa brisée con el doble de harina que de mantequilla, huevo, sal y, opcionalmente, una cucharada de agua o (incluso) azúcar. El azúcar se añade en el caso de una preparación dulce o agridulce.
En esta versión he querido evitar el huevo por tres motivos: 1º) he usado un molde de 20 cm., por lo que me daba pena dejar en el frigorífico parte del huevo o la clara; 2º) sin huevo resulta más quebradiza y menos pegajosa a la hora de trabajar; 3º) quería aromatizarla con vainilla, aportando líquido a la masa, por lo que el huevo es menos necesario.
Esta vez he realizado una masa que podría emplearse para un quiche, ya explicaré los motivos, endulzada con algo de azúcar y ligado con agua. Probad la que más os guste, una 1-2-3 con margarina resulta más dulce y más sana, sin colesterol ;-). Para mi molde de 20 cm. ha sido suficiente con las cantidades empleadas entre corchetes:
Ingredientes
- 200 gr. de harina de repostería [125 gr.]
- 120 gr. de mantequilla [63 gr.]
- 2 cucharadas colmadas de azúcar, unos 30 gr. [2 cucharadas o algo menos]
- ½ cucharilla de sal [1/4 cucharilla]
- 2 cucharillas de esencia de vainilla [1 cucharilla]
- 2 cucharadas de agua (se puede prescindir de ella, pero ayuda a ligar la masa) [1 cucharada]
(1) En un bol tamizamos la harina con el azúcar y la sal. Formamos un volcán.
(2) Troceamos la mantequilla en daditos, la añadimos y, con ayuda de las manos, la deshacemos hasta que tenga la consistencia y aspecto de pan rallado. Recuerdo que hace un par de años este proceso lo hacía con ayuda de dos cuchillos; era un trabajo demasiado riguroso e innecesario.
(3) Vertemos el agua y amasamos rápidamente, sólo hasta que ligue bien. Formamos una bola.
Razones de la rapidez: que no se contraiga demasiado al hornear y que no se desmorone. Recubrimos (bien) con un plástico transparente para que no se seque y dejamos reposar en el frigorífico un mínimo de 30 min. Puede dejarse muchas horas.
(4) Retiramos la masa del frigorífico. Si está demasiado dura la sobamos un poco para calentar algo la mantequilla. Ponemos entre dos bolsas de congelación o sobre una superficie enharinada abundantemente y estiramos hasta obtener el grosor deseado.
(5) Engrasamos (no demasiado), enharinamos el molde y cubrimos con la masa. Este proceso lo hago eliminando únicamente una de las bolsas de congelación y empleando la otra para realizar presión sobre el molde. Cortamos los restos pasando el rodillo sobre el (borde del) molde. Pinchamos la superficie con un tenedor para que no suba.
Reservamos y preparamos el relleno.
Relleno
Más fácil imposible. Escribiré las cantidades que pone en el libro, pues yo las he realizado a ojo y a mi gusto. A mayores, le he echado un poco de azúcar vainillado. Casi copy-paste:
Ingredientes
- 500 gr. de ciruelas.
- 110 gr. de azúcar en polvo. He combinado azúcar en polvo con azúcar grano.
- Una cucharadita de azúcar vainillado.
(1) Lavamos las ciruelas y retiramos el hueso central sin separar completamente las dos mitades. Bien, en mi caso he pasado por alto lo de “sin separar las dos mitades”, tal vez si el molde fuese mucho más grande… No he observado ningún problema por este hecho.
(2) Espolvoreamos el molde recubierto con la masa quebrada con unos 40 gr. de azúcar. Aquí me pregunto ahora: ¿no le vendría bien pitarlo con un poco de mermelada de ciruela?, por aportar otra idea. Colocamos las ciruelas con el lado abombado hacia abajo, espolvoreamos con otros 40 gr. de azúcar y la cucharilla de azúcar vainillado.
(3) Introducimos en horno precalentado a unos 200º C (o más) durante un mínimo de 30 min., hasta que tengan una consistencia casi deshecha.
(4) Dejamos enfriar totalmente y, para mi gusto, introducimos en el frigorífico para que a la hora de tomar esté bien fresquita.
La tomamos espolvoreada con azúcar polvo antes de servir (unos 30 gr.). También podría tomarse con un helado de vainilla, nata montada o, como he hecho, con unas natillas o crema pastelera.
Muy rica. Aunque las ciruelas estaban muy maduras, la tarta tenía un sabor agridulce excepcional para mi gusto).
¡De escándalo!, muy rica, y ¿como quedaría con la crema pastelera entre la masa quebrada y las ciruelas?, pues no sé, iremos a lo seguro y te la copio tal cual.
ResponderEliminarMuchas gracias por tus recetas.... y por tus vivencias, eres un sol por compartirlas y la verdad es que me ayudas a recordar infinidad de cosas que tenía olvidadas y que son realmente gratas de recordar, el cine de los domingos en la sesión de las 12 de la mañana, mi padre nos llevaba casi siempre la película era de Tarzán y por la tarde era la sesión de las 6 con los super gladiadores, algunos domingos conseguiamos ir a las dos funciones... que tiempos aquellos.
Lo tenía olvidado gracias por traerlo de nuevo a mi memoria
Gracias,
ResponderEliminarNo creo que sea una mala idea... Pierre Hermé ha dado la suya y yo la he acompañado, por encima, con una crema ligera.
Bueno, a ver cuando el Guadiana sale a la luz… por el momento sus ojos se cierran, tal vez durante un día o dos.
Besos.
Hola! Que alivio que alguien siga escribiendo en esta época vacacional!! Estan todos los blogs abandonados!
ResponderEliminarMe alegra que hayas puesto la medida del molde porque todos mis moldes son enormes y a veces al no tener ese dato me salen mal las recetas.
Por cierto, me esta costando mucho encontrar un molde de 20 cm, el más pequeño que tengo es de 22cm y el resto de 26cm!!!
En septiembre volvemos a ir a USA y pienso arrasar (de nuevo) con todas la scosas de repostería que tienen allí!
Intentaré hacer esta tarta a ver que tal queda, hoy tengo que ir a comprar fruta así que ya te contaré! Un saludo!
Preciosa esa tarta de ciruelas. El problema será encontrar unas ciruelas que "sepan"; ultimamente he comprado ciruelas amarillas, peladillos y otras frutas de temporada y, la verdad, el sabor se debe de quedar en las cámaras frigoríficas. Estoy pensando en poner una huerta en el salón :)
ResponderEliminarLas galletas de jengibre las he hecho ya un par de veces y me parecen deliciosas. Es empezar y no parar!
Esta noche haré algo de chocolate. He comprado un rallador especial y espero que sirva (por el precio debería hacer el postre él solo, jj) La última vez que "piqué" chocolate fue un desastre, tenía más en las manos que en el plato. Por cierto, fue para una receta de PHerme que me salió bastante "regular", de esas que me acabo comiendo yo sola para que nadie vea que me ha salido fatal.
Bueno, voy a mirar un rato a dónde me puedo ir de vacaciones, que tengo unas semanas y me estoy agobiando de pensar que no las voy a aprovechar, ¡antes de empezar! Soy un caso.
Saludos.
Deliciosa entrada... Como todo lo que se ve por aquí, ¡¡Enhorabuena Harry!! Así ya me gustaría a mi que se me fuera la olla...
ResponderEliminarGracias por contestar a mi comentario y por contarme tantas cosas acerca de H.H. Coincido bastante contigo en muchas de las cosas que planteas, sólo que está muy claro que vivimos en un mundo en el que se penaliza demasiado el salirse del rebaño, el ser diferente, tener criterio propio etc..etc.. Eso es algo que me preocupa, pero también se que es muy dificil de cambiar y que más vale no pensarlo demasiado... cada cual se agarra a lo que puede, es ley de vida... No obstante ¡¡Viva la diferencia!!!
Si no te importa te enlazo en mi humilde blog y te pasas cuando quieras. Un abrazo.
Perdonad, pero me va a resultar difícil poder responder (del todo).
ResponderEliminarSimplemente, gracias y ¡a disfrutar!.
Madre mía,qué delicia... Tengo que usar tu idea,porque tengo ciruelas para parar un tren... Me ha gustado, gracias!
ResponderEliminarUn besote
Te quería preguntar si probaste esta receta con ciruelas blancas. Tengo un ciruelo y quería hacer alguna tarta de ciruelas, pero todas las recetas que encuentro son con ciruelas negras! Gracias!
ResponderEliminarTe quería preguntar si probaste esta receta con ciruelas blancas. Tengo un ciruelo y quería hacer alguna tarta de ciruelas, pero todas las recetas que encuentro son con ciruelas negras! Gracias!
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