¡Eterno resplandor de la mente sin mancha!
La receta más larga jamás contada (que no hecha) de esa tierra santa
Un día leí una entrevista a Paco Torreblanca en la que decía que lo primero era buscar el sabor, después, como valor añadido, la presentación. No podría estar más de acuerdo con esas palabras, sin embargo, no por ello uno no puede dejar sentir cierta desilusión por haber cometido errores en la presentación, casi siempre encadenados, que puedan hacer el plato menos atractivo a la vista. Vuestros comentarios son un ejemplo, los platos que mayor aceptación han conseguido son aquellos en los que la presentación era relativamente buena. Otros, muchas veces mejores (que recalcaba con mis palabras), han pasado sin pena ni gloria por una mala presentación o fotografía.
Puedes ver ésta y muchas otras recetas en el blog: http://www.pepinho.com.
Es lógico, a mí me sucede, aunque cada vez tiendo más a indagar en la receta en busca de esos aromas que engrandezcan el plato, no sólo me dejo guiar por una presentación atractiva. Las mousses son un buen ejemplo, es de esos postres que se pueden decorar de manera elegante y resultona pero que en muchos casos (si no se disponen de buenos ingredientes, por ejemplo) pueden llegar a ser muy insípidas si no las acompañamos de una buena cobertura o base para fortalecer su sabor.
Hablaré de esta tarta. Ésta es una tarta ideada por Pierre Hermé, cuyas fotografías en los libros consultados, y dentro de su grandeza, podían pasar desapercibidas frente a otras. Podríamos recurrir a la expresión: “Sí, otra tarta con mousse de chocolate”. Pues no, no es “otra mousse de chocolate” (a partir de aquí haré uso de mi vehemencia característica para hacer honor a una combinación grandiosa –ya he empezado–), se trata de una de las mejores (si no la mejor) combinación de chocolate con frutas (¿criollas?) y especias. Sublime.