Filloas/Crêpes de chocolate con nata y salsa de chocolate

Galicia caníbal. Primeira parte: as filloas

Filloas de sangue
Por mis venas, aunque hacia el exterior brote roja, fluye salsa de chocolate templado, a unos 36,5ºC. Chocolate negro, como negras son estas filloas.
Son conocidas en Galicia las versiones hechas con caldo del cocido o con sangre de cerdo (¡sí!, ¡sangre!), aunque las más populares con las hechas con agua/leche.
Debo admitir que nunca he probado las filloas de sangre o que las hechas con agua del caldo no están entre mis favoritas. Con esa premisa mis opciones se limitan a las que más me gustan: las filloas dulces, muy parecidas a las crêpes francesas que, por mucho que cuenten, debo decir que las diferencias son casi inexistentes. Ambas muy arraigadas en sus respectivas tradiciones, aquí más degustadas en época de carnaval.


De los dos postres típicos por excelencia en estas fechas, las filloas o las orejas, María prefiere las segundas, que he hecho dos veces estos días. Yo, en cambio, no tengo una preferencia clara, siempre que las filloas estén recién hechas y calentitas, con el azúcar todavía fundiéndose. Esta versión (remasterizada) es de las pocas que María pone a la altura o por encima de las orejas, así, estas filloas de chocolate he tenido que hacerlas tres veces dado el éxito obtenido.


Como he dicho, la diferencia con las crêpes francesas es mínima, de hecho en las calles de París hacen unas que apostaría a que no llevan huevo y usan algún otro tipo de elemento artificial para que mantenerlas consistentes. Por eso, y por mucho más, he preferido seguir llamándoles “filloas” y no “crêpes” ni “crepas”.


Cuando mi madre hacía filloas dulces, entre filloa y filloa, pasaba un trocito de tocino por la superficie de la sartén para que no se pegasen. Cuando recién hechas las posaba en el plato y le echaba abundante azúcar, allí aparecía la mano de Pepinho para que el plato no creciese en altura. Mi madre me regañaba, hasta que se daba cuenta que una vez frías en la mesa no me tomaba ninguna o, como mucho, sólo las que se conservaban templadas.

Para casi todos los gustos
Me gusta (casi) todo tipo de comidas, todas las que he probado, y he probado platos bastante exóticos (me han faltado los saltamontes o el perro, o quizá no). Pero de todos esos platos hay alguno que en el que podría sustituir “gustar” por “soportar”, esos que como sin pena ni gloria y si puedo evitarlos mejor que mejor. El cocido es uno de ellos, ya sea gallego, maragato, madrileño o de la Conchinchina. Para mí, esa carne cocida en agua grasa con verduras o patatas no tiene nada de especial, lo como, pero cuando no tengo otro remedio (Cfr. casa de los suegros, prisas,…). No me aporta nada, y las calorías que no me aportan nada prefiero que no entren en mi organismo.

Otro plato que “soporto” son los percebes. Esa especie de uñas marinas que cuestan un riñón, esas que cuando las comes tienes que tener un chubasquero puesto y en las que “sorber” no está mal visto del todo. Las prefiero al cocido pero para mi gusto están sobrevalorados, mejor me tomaría una pieza de fruta.

Sei que chove
Galicia, terra do medievo de caciques e villanos, de mentireiros con gravata e vida a catro patas. De ”estraperlo”, “endroja” e “juinston” de batea, “pijos” de batea a máis de 200 en vía rápida. De porcos de pé e especuladores sen prexuízos nin especulación, de eucaliptos, montes queimados e chapapote. De barcos sen prestixio e de prestixiosos políticos nacidos para gobernar por graza divina, porque “se sempre foi así, sempre ten que ser”. De “¡me cajo na cona!”, “¡manda carallo!”, “veñen dadas” e “¡sei que chove!” Dos que si saben se soben ou baixan, dos que o saben pero non o din. Dos renegados da terra, emigrantes sen saír da casa na que naceron, renegados da lingua.

Galicia caníbal, terra de matanzas, raposos e rapa das bestas. De muíños de vento do sur e do norte, de tres Galicias e catro gaitas. De políticos de churrasco e “tralalareira”, os que insultan e os que tamén o fan. Non mereces nin auga nin verde, nin letras nin contos. ¡Manda carallo! Galicia, practicas o canibalismo, devóraste a ti mesma. Masoquista da cultura que prendes lume ás letras de Rosalía e Pondal. ¡Canto me doe, Galicia! Sei que chove….

¿Pero quién mató a Olof Palme?
Anteayer, ¿o fue ayer?, cuando entré en una librería a comprar un conocido libro sueco de lectura me encontré con otro cuyo título era: “¿Pero quién mató a Olof Palme?”, o algo similar. Me quedé pasmado y pensé de inmediato: “¿Pero quién mató a las ideas de Olof Palme?”. En qué punto están aquellas luchas por la igualdad, pacifistas, de integración racial y social. ¡Qué lejos está aquella socialdemocracia que soñaba con un mundo mejor!

Los que ahora han usurpado esa denominación no luchan para la igualdad, ni por la integración, no del todo. También confunden las leyes sociales (cara a la galería) con las políticas sociales reales. No en mi nombre. Esos nuevos socialdemócratas están en el centro social y en la derecha política, practican el liberalismo económico y siguen fomentando las desigualdades. ¿Quién mató el sueño de Olof Palme?, los que robaron su nombre y sus siglas en pos del PODER. Los que han dejado de soñar.

Teo cumple dos meses


Ingredientes

• 120 gr. de harina tamizada.
• 15 gr. de cacao en polvo.
• 2 gr. de sal (unas pizcas).
• 2 huevos.
• 45 gr. de azúcar (mejor en polvo).
• 335 gr. de leche (no fría)
• 35 gr de licor de naranja (Grand Marnier,…), ron o kirsch.
• 35 gr. de aceite.
• 17 gr. de mantequilla fundida no caliente. 
• Ralladura de naranja.

Relleno

• Nata para montar, 35% M.G.
• c. s. de azúcar (a gusto)

(1) Mezclamos la harina tamizada con el cacao y sal. En un cuenco grande batimos los huevos con el azúcar y la ralladura de naranja, añadimos un poco de la leche e incorporamos la mezcla de harina. Batimos hasta que se mezcle bien.
Añadimos el resto de la leche (no fría), el licor, el aceite y la mantequilla fundida pero no caliente. Mezclamos bien. Entre cada filloa, para que la harina no se quede en el fondo, removeremos la masa con el cucharón.

(2) Calentamos a fuego medio una sartén grande antiadherente, pasamos un poco de mantequilla por la superficie y limpiamos con papel de cocina. Así se formará una pequeña película grasa que evitará que se pegue la primera filloa.
Tomamos un poco de masa con un cucharón, y la vertemos sobre la superficie caliente, mientras vamos inclinando y rotando la sartén para que se reparta de modo homogéneo. Si es excesiva, la sobrante la vertemos sobre la masa.
Las que se hacen en piedra se echan poco a poco repartiéndola con un cucharón por la superficie. En otros lugares empelan una especie de cepillo que se gira y elimina el exceso de masa.

(3) Dejamos que se cocine por un lado antes de darle la vuelta. Cuando se haya separado de los bordes de la filloa y se despegue con facilidad le damos la vuelta y cocinamos por el otro lado.
A medida que las vamos haciéndolas las apilamos en un plato y les echamos azúcar para que se funda y le proporcione el dulzor restante necesario.

(4) Montamos la nata y cuando esté montada la batimos con el azúcar a nuestro gusto, para mí unas dos o tres cucharadas. Rellenamos las filloas con la nata, vertiéndola en un lateral para poder enrollarlas.

A la hora de servir las acompañamos con una salsa de chocolate hecha con nata (o leche) y chocolate. La salsa la he hecho a ojo, habré usado unos 125 ml. de nata, la he hervido le he echado unos 80 gr. de chocolate al 60% y un poco de azúcar polvo. Fuera del fuego se remueve con una espátula hasta que se haya disuelto y no tenga grumos, en esto no me he esmerado demasiado pero con lo ricas que estaban ese pequeño detalle no ha sido suficiente como para estropearlo. Hoy M me ha repetido que le habían encantado.