
Tener un bebé en casa es tener el frutero y el frigorífico repleto de fruta y alguno de esos potitos preparados que nos sacan del apuro cuando queremos salir de casa o estamos un poco apurados de tiempo. En nuestra casa, conservando la costumbre y ese gusto heredados de mi padre, la fruta nunca ha faltado, me encanta y me la devoro con suma facilidad, salvo, curiosamente, el plátano, que raras veces como y sólo hago uso de él en postres, en dónde pasa a ser una de mis frutas preferidas. Con las fresas, en cambio, me sucede al contrario, me encantan, pero en postres pierden mucho de su sabor y no me convencen tanto como las frambuesas, por ejemplo. A María no le gusta demasiado la fruta, salvo un kiwi o mandarina por la mañana o algún plátano de vez en cuando.
