¡Nada!
Con fundamento
No hay mayor atrevimiento que la ignorancia, la mía. No es que hubiese osado como cualquier engreído a desdeñar a nadie, ni por asomo, no me atrevería a juzgar absolutamente a nadie. Pero en mi foro interno había un duendecillo que me decía que Karlos Arguiñano era un gran comunicador y empresario, pero no tenía una gran consideración de él como cocinero. El duendecillo ha cambiado de opinión, me ha dicho que no debo juzgar (ni interiormente) a nadie al que no le llegue ni a la suela de sus zapatos. Porque, sólo para empezar, la experiencia, práctica y dominio de la técnica es algo de lo que yo carezco. Asunto aparte sería el eterno debate de dónde acaba la opinión y dónde empieza el juicio, si alguien lo sabe que me envíe un “mesemese”, impuestos incluidos.