Days of Future Passed....
Condensada. He acabado el bote, la poca que me ha quedado la he tomado a cucharadas. Empecé el bote de leche condensada para preparar el nuevo fondant de chocolate y lo he acabado con esta receta. En el blog han pasado meses pero en mi casa ha transcurrido mucho menos tiempo, por supuesto. En medio, unas galletas de tres chocolates y algún pequeño postre más. Hasta alguna vez he hecho una crema pastelera con leche condensada y agua, obteniendo una crema muy suave y ligera al paladar.
Me encantan los pasteles de zanahoria. En éste, la leche condensada y el zumo le dan una textura más cremosa y ligeramente húmeda. En cuanto al sabor, la naranja, las especias y el toque de almendra (ya usada otras veces) forman un conjunto harmonioso y agradable al paladar. La idea de las especias con la zanahoria me vino después de haberlas usado con en el pastel de zanahoria con calabaza, que siempre lleva.
En cuanto a la cobertura, he prescindido de la tradicional que suele llevar algo de queso. Era mi intención que el queso no camuflase el sabor del postre y que la cobertura, sencilla y fina, incrementase el sabor a naranja, que podría quedar algo paliado por el uso de las especias en el bizcocho. En resultado, pese a las fotos algo discretas, me ha resultado delicioso y adictivo.
Estoy tirando por tierra todo el sacrificio hecho en otros tiempos no demasiado lejanos, un año atrás. Las vacaciones ya no me preocupan, no existen, casi prefiero la rutina y el orden… y él también. Las expectativas depositadas en el paso del tiempo se han ido difuminando y sólo quedan nuevas esperanzas por nuevos tiempos. Otra vez será.
Mi memoria no alcanza más allá de una guardería de monjas con el pelo cubierto por un paño blanco y quizás azul, un odiado plato con jamón de York y un jarabe de Bisolvón © derramado en una cartera. Tenía más de tres años, no podría precisar con exactitud, sólo que son de los primeros recuerdos que todavía conservo. Creo que la memoria es más que nada un ejercicio de limpieza y selección, lo que no interesa lo desechamos.
Nunca volverán aquellos tiempos perdidos en la memoria, ni en la memoria existen ya. El paso del tiempo ha destrozado y sobrescrito lo realmente importante, la memoria se limita a unos cuantos años y, lo más doloroso, a un sinfín de imágenes del paso del tiempo sin sentimientos. Un álbum de fotos con gente conocida, como yo, en las que casi ni me reconozco. Las fotos perdidas no tienen sentimientos, pero mi cuerpo se estremece con sólo esbozarlas en mi cerebro.
“Papá, papa,….” Las dos treinta de la madrugada. Quién me habrá mandado acostarme a la una. ¿Qué hacer? Por un instante parece que llega con mi compañía para calmarlo. Sentado al borde de la cuna apoyo suavemente mi mano sobre su espalda mientras se balancea boca abajo y levanta la cabeza cada poco tiempo para comprobar que sigo allí, a su lado. Sostengo mi cabeza apoyándola sobre un lateral de la cuna, incapaz de soportar su peso por el cansancio y aún a sabiendas que así será imposible descansar lo más mínimo.
El insoportable calor puede ser la causa de su desvelo, pero no será sólo eso, seguro. La tensión de las idas y venidas, la pérdida de la rutina y los desfases horarios de unos padres irrespetuosos con las necesidades de su hijo.
Imposible. Su inquietud y cansancio va en aumento con el paso del tiempo ante la incapacidad para conciliar el sueño. Mis intentos por dejarlo solo son infructuosos, más bien su efecto es opuesto al deseado. Niega cualquier muestra que muestre mi intención de ponerlo a dormir: acostarnos, reposar su cabeza sobre mis hombros y, por supuesto, tomar la postura tradicional de mecer. Sólo queda ir al salón hasta que se tranquilice. Todas esas prácticas del mal padre/madre se practican sin éxito, o con un rotundo éxito, según se interprete.
Juntos padre e hijo ante un televisor con imágenes de animales y una “jranja”, como dice él, esperando a que el cansancio que nos acompaña reclame a un sueño reconfortante. La cuna llega a las cuatro y media, y con ella un cuarto de hora de compañía y espera arrodillado a sus pies. Las cinco. Pronto amanecerá.
No sé si es percepción mía o una consecuencia del simple hecho de romper el sueño en su estado más profundo. En el intervalo hasta el definitivo despertar se producen pesadillas de las que ruego por despertar. Todavía recuerdo su sustancia: el terror. El deseo de que llegue el momento de despertarse.
No sé si os ha pasado a vosotr@s, pero muchas veces en las que el sueño se rompe en medio de una interminable pesadilla por causas ajenas al propio sueño, la sensación de sofoco al despertar es agobiante. Ni la alegría de sentir que todo ha sido una alucinación es suficiente para paliar esa sensación de vivir entre un espejismo y la realidad. “Papá, papá,…” 8:30.
Me toca amasar y adelantar asuntos de cocina antes de darle el desayuno. Hay que alargar ese tiempo para que desayune algo más que últimamente. “Ceeral, ceeral,…”, es el momento de dárselo. Poco desayuno para tanto cuerpo, poco más de cincuenta mililitros.
En Santiago las rutinas matinales después del desayuno son menos restringidas y más improvisadas. Puede tocar un parque, una visita apresurada a las playas del Barbanza, o un paseo por la zona vieja. Siempre aprovechando para hacer alguna compra, básicamente gastronómica, como el jueves pasado en la plaza de abastos: pescado fresco, pan, frutas y verduras. Un placer mientras Teo se entretenía pasando su sillita por el enrejado metálico de los desagües del agua de los puestos de pescado.
A las diez de la mañana no me quedan muchas opciones. Acudir a comprar el (delicioso) bollo de pan a unos 30 metros de la puerta de casa, acercarnos hasta un parque solitario y casi abandonado por los niños a esas horas o hacer los preparativos para ir a la playa.
Dicen que a los niños les encanta la playa, y puede ser cierto, pero no a todos los que oscilan entre ser niño o bebé. Una playa solitaria dice muy poco para quién quiere “más, más,…”, una hora es suficiente éxito. En ese tiempo: un paseo por las rocas, unos montoncitos de arena y muchos tira y afloja.
Se nota su cansancio y el mío. Él protesta sin saber qué quiere, yo suspiro por llegar a casa y sentarme para jugar un poco con él. En medio, otra insufrible parada en el supermercado (para comprar un poco de queso Emmental) acompañada de caprichos, ruidos y desórdenes, sosteniendo silla, mochila de playa, juguete y niño. Me justifico ante la cajera ante tal caos causado por un niño y un padre cansados.
La actitud ante la comida ha cambiado, ya no es como hace unos meses, pero sigue teniendo su dosis de capricho. El día anterior por la mañana había pasado muchas horas preparando la comida del día, quería que comiese legumbres. Por la noche ultimé el plato y lo guardé en el frigorífico para dárselo hoy.
Le tengo preparada una secuencia más o menos equilibrada de comidas (creo), intercalando pescado con carne (más pescado que carne) y acompañado de una sucesión de alimentos básicos: arroz, verduras, pasta, legumbres, patata, arroz…
Fue el mejor momento del día ver cómo comía habas sin ningún reparo. No siempre es así, anteayer mismo me resultó casi imposible darle un “rapante” (pez gallo) que tanto le gustaba hace un mes. Lo tiró todo por el suelo, chilló y pataleó por toda la cocina. Resistí intentando parecer tranquilo e inmune a su reacción. ¿Quién ganó? Él, por supuesto, le ofrecí otra comida que sí le gustaba mientras sostenía los párpados con dificultad por el sueño. Cuando tiene sueño es mucho peor.
No pude acostarlo en el momento, tenía que seguir preparando la comida para cuando llegase M. Lo descuidé y así me fue. Lo deshizo casi todo, subió, bajo, miró, se revolcó. El jabón líquido de prendas delicadas acabó por el suelo y él resbalando con el jabón por todo su cuerpo.
Mientras esperaba el tiempo de fermentación, lo cambié (otra gran odisea) y lo acosté. Quedaba recoger todo el estropicio y acabar.
M llega a las cuatro de la tarde tras unos cuarenta o cuarenta y cinco minutos de viaje, cuarenta a la ida y algo más a la vuelta. Cuando acabé, aún tuve tiempo de intentar acostarme a eso de las tres y pico de la tarde. Intentar, he dicho, porque debo de tener un mini-Teo en el cerebro. A los diez minutos de haberme dormido ese mini-T llamó por mí y me despertó, el verdadero T todavía dormía. En estas situaciones de cansancio es difícil distinguir entre qué es sueño y qué real, hasta que te despiertas, por supuesto. La vida real, si lo piensas un poco, es el verdadero sueño, el ser y el estar.
Hay algo de lo que no puedo prescindir bajo ningún concepto por muy cansado que esté: correr. Aunque prescindiera tampoco podría descansar, con T ya despierto sería imposible escaparme a la habitación para echarme un rato.
Ya no sé si corro o ando, pero me imagino que mis pasos se ralentizan con el paso de los días y proporcionalmente al déficit de sueño. Me vendría bien pasar un año encerrado en una cápsula hiperbárica, como hacen los atletas profesionales. Diez a doce horas durmiendo y el resto descansado. ¿Por qué lo hago? No lo sé, sinceramente. Así ya no es un placer, a mí me gusta correr sin arrastrarme por los caminos ni mirar el reloj. Disfrutar con cada una de las gotas de sudor que fluyen por mi cuerpo, sentirme libre y capaz de ir todavía más rápido.
Libre, esa podría ser la palabra. La libertad de la soledad y el camino. Mi mente no se evade, por eso el placer no es completo. Me fui hasta el mirador de As Lúas, pese a que cruzar el puente en obras es una verdadera odisea.
“M, nos vemos en la playa en torno a las seis y media”. Una cercana y de fácil estacionamiento: Cabodeiro, entre barcos y con una marea que obligaba a estar toalla con toalla.
La playa no duró mucho, para mí, como otros días, no llegó a una hora. Lo de echarme o, incluso, bañarme es más un deseo que realidad.
Hay días en los que deseas con todas tus fuerzas que llegue la hora de acostarse. Nunca me había sucedido antes, era de los que sostenían sus párpados con los dedos o se mojaban la cara con tal de permanecer despierto para hacer lo que fuese. Dormir era una pérdida de tiempo.
De camino a casa, otra parada en el supermercado para, esta vez entre dos, intentar que no toque o destroce nada.
El baño, otro suplicio. No entiendo qué le habrá sucedido para rechazarlo de ese modo, con gritos y chillidos. No sirven ni entretenimientos ni consuelos, sólo una batalla por alejarse del agua.
Hay quién dice que cada uno tiene lo que se merece. No lo creo. Es un pensamiento que descuida las premisas y justifica un mundo sectario, puro conservadurismo. Aunque no tenga lo que me merezco, hay veces que echo una mano para que así sea. En vez de hacer un esfuerzo para dejarlo todo tirado, una vez acabadas las labores de casa, después de varios días siento la necesidad de sentarme delante de un computador y escribir aquello que me desahogue por unos minutos. “O copo as fai, o corpo as paga”, dice mi padre.
Pastel de zanahoria y naranja
Cobertura
Precalentamos el horno a 180º C.
Mezclamos la harina con la levadura química, la sal, la canela molida y el jengibre. Reservamos la mezcla.
(2) En un cuenco grande u olla mediana montamos los huevos con los azúcares, mejor con un batidor eléctrico de varillas. Añadimos poco a poco el aceite de girasol y la leche condensada (azucarada). Montamos un poco más. Añadimos la ralladura de naranja, el zumo, la vainilla líquida, la mezcla de harina, la almendra molida y la zanahoria. Mezclamos un poco y, por último, añadimos los frutos secos. Mezclando con una espátula hasta que queden bien repartido.
Vertemos la mezcla en el molde e introducimos en el horno precalentado a 180 º C. Horneamos hasta que esté hecho. Esto dependerá del tamaño del molde, para mí entre unos 30-40 minutos.
Una vez cocinado, lo retiramos del horno y dejamos enfriar para que no se siga cociendo. Yo lo pongo en un baño de agua fría. Cuando haya enfriado suficientemente lo cubrimos con película de cocina e introducimos en el frigorífico. Estos pasteles más ricos después del reposo en frío.
(3) Cobertura. En un recipiente no demasiado grande mezclamos todos los ingredientes, batiendo bien para que no tenga grumos. La cantidad de líquido es estimativa, unos 30 ml., lo importante es que tenga una densidad lo suficientemente fluida como para poder extender con facilidad y densa como para que no se desparrame. Se endurece al enfriar.
El uso de un poco de margarina (15 gr.) favorece el corte de la cobertura y el aspecto. La cristalización del azúcar dificulta el corte limpio si no se usa margarina. Esta vez no la he empleado, pues hay que tener cierto control (temperatura y cantidad) sobre la margarina para que no se corte al mezclarla con el zumo si no se hace adecuadamente.
Retiramos el pastel del frigorífico y lo cubrimos con la cobertura, extendiendo ligeramente con una espátula y dándole ligeros golpes para alisar la superficie. Introducimos de nuevo en el frigorífico para que gane consistencia.
Deliciosa, sobre todo si no se come de inmediato, mejor es prepararlo la víspera. Se puede tomar fría o retirarla con antelación del frigorífico hasta que tome temperatura ambiente.
Condensada. He acabado el bote, la poca que me ha quedado la he tomado a cucharadas. Empecé el bote de leche condensada para preparar el nuevo fondant de chocolate y lo he acabado con esta receta. En el blog han pasado meses pero en mi casa ha transcurrido mucho menos tiempo, por supuesto. En medio, unas galletas de tres chocolates y algún pequeño postre más. Hasta alguna vez he hecho una crema pastelera con leche condensada y agua, obteniendo una crema muy suave y ligera al paladar.
Me encantan los pasteles de zanahoria. En éste, la leche condensada y el zumo le dan una textura más cremosa y ligeramente húmeda. En cuanto al sabor, la naranja, las especias y el toque de almendra (ya usada otras veces) forman un conjunto harmonioso y agradable al paladar. La idea de las especias con la zanahoria me vino después de haberlas usado con en el pastel de zanahoria con calabaza, que siempre lleva.
En cuanto a la cobertura, he prescindido de la tradicional que suele llevar algo de queso. Era mi intención que el queso no camuflase el sabor del postre y que la cobertura, sencilla y fina, incrementase el sabor a naranja, que podría quedar algo paliado por el uso de las especias en el bizcocho. En resultado, pese a las fotos algo discretas, me ha resultado delicioso y adictivo.
Estoy tirando por tierra todo el sacrificio hecho en otros tiempos no demasiado lejanos, un año atrás. Las vacaciones ya no me preocupan, no existen, casi prefiero la rutina y el orden… y él también. Las expectativas depositadas en el paso del tiempo se han ido difuminando y sólo quedan nuevas esperanzas por nuevos tiempos. Otra vez será.
Mi memoria no alcanza más allá de una guardería de monjas con el pelo cubierto por un paño blanco y quizás azul, un odiado plato con jamón de York y un jarabe de Bisolvón © derramado en una cartera. Tenía más de tres años, no podría precisar con exactitud, sólo que son de los primeros recuerdos que todavía conservo. Creo que la memoria es más que nada un ejercicio de limpieza y selección, lo que no interesa lo desechamos.
Nunca volverán aquellos tiempos perdidos en la memoria, ni en la memoria existen ya. El paso del tiempo ha destrozado y sobrescrito lo realmente importante, la memoria se limita a unos cuantos años y, lo más doloroso, a un sinfín de imágenes del paso del tiempo sin sentimientos. Un álbum de fotos con gente conocida, como yo, en las que casi ni me reconozco. Las fotos perdidas no tienen sentimientos, pero mi cuerpo se estremece con sólo esbozarlas en mi cerebro.
“Papá, papa,….” Las dos treinta de la madrugada. Quién me habrá mandado acostarme a la una. ¿Qué hacer? Por un instante parece que llega con mi compañía para calmarlo. Sentado al borde de la cuna apoyo suavemente mi mano sobre su espalda mientras se balancea boca abajo y levanta la cabeza cada poco tiempo para comprobar que sigo allí, a su lado. Sostengo mi cabeza apoyándola sobre un lateral de la cuna, incapaz de soportar su peso por el cansancio y aún a sabiendas que así será imposible descansar lo más mínimo.
El insoportable calor puede ser la causa de su desvelo, pero no será sólo eso, seguro. La tensión de las idas y venidas, la pérdida de la rutina y los desfases horarios de unos padres irrespetuosos con las necesidades de su hijo.
Imposible. Su inquietud y cansancio va en aumento con el paso del tiempo ante la incapacidad para conciliar el sueño. Mis intentos por dejarlo solo son infructuosos, más bien su efecto es opuesto al deseado. Niega cualquier muestra que muestre mi intención de ponerlo a dormir: acostarnos, reposar su cabeza sobre mis hombros y, por supuesto, tomar la postura tradicional de mecer. Sólo queda ir al salón hasta que se tranquilice. Todas esas prácticas del mal padre/madre se practican sin éxito, o con un rotundo éxito, según se interprete.
Juntos padre e hijo ante un televisor con imágenes de animales y una “jranja”, como dice él, esperando a que el cansancio que nos acompaña reclame a un sueño reconfortante. La cuna llega a las cuatro y media, y con ella un cuarto de hora de compañía y espera arrodillado a sus pies. Las cinco. Pronto amanecerá.
No sé si es percepción mía o una consecuencia del simple hecho de romper el sueño en su estado más profundo. En el intervalo hasta el definitivo despertar se producen pesadillas de las que ruego por despertar. Todavía recuerdo su sustancia: el terror. El deseo de que llegue el momento de despertarse.
No sé si os ha pasado a vosotr@s, pero muchas veces en las que el sueño se rompe en medio de una interminable pesadilla por causas ajenas al propio sueño, la sensación de sofoco al despertar es agobiante. Ni la alegría de sentir que todo ha sido una alucinación es suficiente para paliar esa sensación de vivir entre un espejismo y la realidad. “Papá, papá,…” 8:30.
Me toca amasar y adelantar asuntos de cocina antes de darle el desayuno. Hay que alargar ese tiempo para que desayune algo más que últimamente. “Ceeral, ceeral,…”, es el momento de dárselo. Poco desayuno para tanto cuerpo, poco más de cincuenta mililitros.
En Santiago las rutinas matinales después del desayuno son menos restringidas y más improvisadas. Puede tocar un parque, una visita apresurada a las playas del Barbanza, o un paseo por la zona vieja. Siempre aprovechando para hacer alguna compra, básicamente gastronómica, como el jueves pasado en la plaza de abastos: pescado fresco, pan, frutas y verduras. Un placer mientras Teo se entretenía pasando su sillita por el enrejado metálico de los desagües del agua de los puestos de pescado.
A las diez de la mañana no me quedan muchas opciones. Acudir a comprar el (delicioso) bollo de pan a unos 30 metros de la puerta de casa, acercarnos hasta un parque solitario y casi abandonado por los niños a esas horas o hacer los preparativos para ir a la playa.
Dicen que a los niños les encanta la playa, y puede ser cierto, pero no a todos los que oscilan entre ser niño o bebé. Una playa solitaria dice muy poco para quién quiere “más, más,…”, una hora es suficiente éxito. En ese tiempo: un paseo por las rocas, unos montoncitos de arena y muchos tira y afloja.
Se nota su cansancio y el mío. Él protesta sin saber qué quiere, yo suspiro por llegar a casa y sentarme para jugar un poco con él. En medio, otra insufrible parada en el supermercado (para comprar un poco de queso Emmental) acompañada de caprichos, ruidos y desórdenes, sosteniendo silla, mochila de playa, juguete y niño. Me justifico ante la cajera ante tal caos causado por un niño y un padre cansados.
La actitud ante la comida ha cambiado, ya no es como hace unos meses, pero sigue teniendo su dosis de capricho. El día anterior por la mañana había pasado muchas horas preparando la comida del día, quería que comiese legumbres. Por la noche ultimé el plato y lo guardé en el frigorífico para dárselo hoy.
Le tengo preparada una secuencia más o menos equilibrada de comidas (creo), intercalando pescado con carne (más pescado que carne) y acompañado de una sucesión de alimentos básicos: arroz, verduras, pasta, legumbres, patata, arroz…
Fue el mejor momento del día ver cómo comía habas sin ningún reparo. No siempre es así, anteayer mismo me resultó casi imposible darle un “rapante” (pez gallo) que tanto le gustaba hace un mes. Lo tiró todo por el suelo, chilló y pataleó por toda la cocina. Resistí intentando parecer tranquilo e inmune a su reacción. ¿Quién ganó? Él, por supuesto, le ofrecí otra comida que sí le gustaba mientras sostenía los párpados con dificultad por el sueño. Cuando tiene sueño es mucho peor.
No pude acostarlo en el momento, tenía que seguir preparando la comida para cuando llegase M. Lo descuidé y así me fue. Lo deshizo casi todo, subió, bajo, miró, se revolcó. El jabón líquido de prendas delicadas acabó por el suelo y él resbalando con el jabón por todo su cuerpo.
Mientras esperaba el tiempo de fermentación, lo cambié (otra gran odisea) y lo acosté. Quedaba recoger todo el estropicio y acabar.
M llega a las cuatro de la tarde tras unos cuarenta o cuarenta y cinco minutos de viaje, cuarenta a la ida y algo más a la vuelta. Cuando acabé, aún tuve tiempo de intentar acostarme a eso de las tres y pico de la tarde. Intentar, he dicho, porque debo de tener un mini-Teo en el cerebro. A los diez minutos de haberme dormido ese mini-T llamó por mí y me despertó, el verdadero T todavía dormía. En estas situaciones de cansancio es difícil distinguir entre qué es sueño y qué real, hasta que te despiertas, por supuesto. La vida real, si lo piensas un poco, es el verdadero sueño, el ser y el estar.
Hay algo de lo que no puedo prescindir bajo ningún concepto por muy cansado que esté: correr. Aunque prescindiera tampoco podría descansar, con T ya despierto sería imposible escaparme a la habitación para echarme un rato.
Ya no sé si corro o ando, pero me imagino que mis pasos se ralentizan con el paso de los días y proporcionalmente al déficit de sueño. Me vendría bien pasar un año encerrado en una cápsula hiperbárica, como hacen los atletas profesionales. Diez a doce horas durmiendo y el resto descansado. ¿Por qué lo hago? No lo sé, sinceramente. Así ya no es un placer, a mí me gusta correr sin arrastrarme por los caminos ni mirar el reloj. Disfrutar con cada una de las gotas de sudor que fluyen por mi cuerpo, sentirme libre y capaz de ir todavía más rápido.
Libre, esa podría ser la palabra. La libertad de la soledad y el camino. Mi mente no se evade, por eso el placer no es completo. Me fui hasta el mirador de As Lúas, pese a que cruzar el puente en obras es una verdadera odisea.
“M, nos vemos en la playa en torno a las seis y media”. Una cercana y de fácil estacionamiento: Cabodeiro, entre barcos y con una marea que obligaba a estar toalla con toalla.
La playa no duró mucho, para mí, como otros días, no llegó a una hora. Lo de echarme o, incluso, bañarme es más un deseo que realidad.
Hay días en los que deseas con todas tus fuerzas que llegue la hora de acostarse. Nunca me había sucedido antes, era de los que sostenían sus párpados con los dedos o se mojaban la cara con tal de permanecer despierto para hacer lo que fuese. Dormir era una pérdida de tiempo.
De camino a casa, otra parada en el supermercado para, esta vez entre dos, intentar que no toque o destroce nada.
El baño, otro suplicio. No entiendo qué le habrá sucedido para rechazarlo de ese modo, con gritos y chillidos. No sirven ni entretenimientos ni consuelos, sólo una batalla por alejarse del agua.
Hay quién dice que cada uno tiene lo que se merece. No lo creo. Es un pensamiento que descuida las premisas y justifica un mundo sectario, puro conservadurismo. Aunque no tenga lo que me merezco, hay veces que echo una mano para que así sea. En vez de hacer un esfuerzo para dejarlo todo tirado, una vez acabadas las labores de casa, después de varios días siento la necesidad de sentarme delante de un computador y escribir aquello que me desahogue por unos minutos. “O copo as fai, o corpo as paga”, dice mi padre.
Pastel de zanahoria y naranja
- 120 gr. de harina de repostería.
- 4 gr. de levadura química (Royal)
- ½ cucharilla de té de sal fina.
- 1 cucharilla de té de canela molida.
- 1 pizca de jengibre molido.
- 40 gr. de azúcar blanco.
- 45 gr. de azúcar moreno.
- 120 gr. de huevo (2 grandes).
- 35 gr. de aceite de girasol.
- 165 gr. de leche condensada.
- Ralladura fina de 1 naranja
- 30 ml. de zumo de naranja.
- 5 ml. de extracto de vainilla (opcional)
- 45 gr. de almendra molida.
- 280 gr. de zanahoria rallada.
- 80 gr. de nueces y/o avellanas.
Cobertura
- 120 gr. de azúcar polvo (lustre, glasé)
- c. s. de zumo de naranja, unos 30 ml. (puede sustituirse un poco por agua de azahar o vainilla líquida, le da un toque especial)
- Un poco de ralladura fina de naranja.
- Una poco de margarina, 10-20 gr. (Opcional, esta vez no se le he añadido, otras veces sí)
Precalentamos el horno a 180º C.
Mezclamos la harina con la levadura química, la sal, la canela molida y el jengibre. Reservamos la mezcla.
(2) En un cuenco grande u olla mediana montamos los huevos con los azúcares, mejor con un batidor eléctrico de varillas. Añadimos poco a poco el aceite de girasol y la leche condensada (azucarada). Montamos un poco más. Añadimos la ralladura de naranja, el zumo, la vainilla líquida, la mezcla de harina, la almendra molida y la zanahoria. Mezclamos un poco y, por último, añadimos los frutos secos. Mezclando con una espátula hasta que queden bien repartido.
Vertemos la mezcla en el molde e introducimos en el horno precalentado a 180 º C. Horneamos hasta que esté hecho. Esto dependerá del tamaño del molde, para mí entre unos 30-40 minutos.
Una vez cocinado, lo retiramos del horno y dejamos enfriar para que no se siga cociendo. Yo lo pongo en un baño de agua fría. Cuando haya enfriado suficientemente lo cubrimos con película de cocina e introducimos en el frigorífico. Estos pasteles más ricos después del reposo en frío.
(3) Cobertura. En un recipiente no demasiado grande mezclamos todos los ingredientes, batiendo bien para que no tenga grumos. La cantidad de líquido es estimativa, unos 30 ml., lo importante es que tenga una densidad lo suficientemente fluida como para poder extender con facilidad y densa como para que no se desparrame. Se endurece al enfriar.
El uso de un poco de margarina (15 gr.) favorece el corte de la cobertura y el aspecto. La cristalización del azúcar dificulta el corte limpio si no se usa margarina. Esta vez no la he empleado, pues hay que tener cierto control (temperatura y cantidad) sobre la margarina para que no se corte al mezclarla con el zumo si no se hace adecuadamente.
Retiramos el pastel del frigorífico y lo cubrimos con la cobertura, extendiendo ligeramente con una espátula y dándole ligeros golpes para alisar la superficie. Introducimos de nuevo en el frigorífico para que gane consistencia.
Deliciosa, sobre todo si no se come de inmediato, mejor es prepararlo la víspera. Se puede tomar fría o retirarla con antelación del frigorífico hasta que tome temperatura ambiente.
El pastel impresionante, me gusta la combinación de la naranja con la zanahoria.
ResponderEliminarSaludos
Jesús, leerte es un agobio... O te quedas las cosas buenas para ti (espero que así sea, por tu bien), o tu vida es realmente agobiante... Parece que no tengais momentos en los que disfrutais, los tres, de el placer de estar juntos, simplemente... Y todo eso sabiendo que trabajais ambos, que teneis una situación económica buena, que ahora estás de vacaciones, y que sólo teneis un hijo!! No me imagino entonces cómo harían las familias de antes, o muchas de ahora, con muchos menos recursos, y más hijos...
ResponderEliminarMi impresión es que buscas problemas donde a lo mejor no los hay. No sé, seguramente me equivoco.
Tengo una amiga de poco más de treinta años, con dos críos, uno de un año y otro de tres, a la que se le acaba de morir el compañero, de un día para otro (una arritmia), y, a pesar del disgusto, ella sigue adelante, y la ves con muchísima fuerza, energía y alegría... Y los críos son buenísimos, lo sé porque me he quedado con ellos un par de veces cuando ella trabajaba.
A lo mejor lo que teneis que hacer es eso, delegar un poco más, meter al niño en una guardería, que seguro que le viene bien a él y a vosotros, e intentar relajaros un poco....
Nosotros estamos esperando una niña, y entiendo que cada padre quiere lo mejor para sus hijos, y cree que el suyo es especial, pero si eso llega a influir en la salud de uno de los padres, no creo que ayude mucho al niño, ni a la relación entre ambos, creo que el niño también percibe el estado anímico de los padres, y eso también le influye.
Menudo rollo que he soltado, perdona, y mira que no me gusta nada que la gente me diga lo que tengo que hacer, ni decírselo yo a nadie, pero es que realmente agobia leerte... Espero, como te decía al principio, que te quedes las cosas buenas, y que haya muchas... Un saludo.
No sé si te había dicho antes que me gusta mucho tu blog. Me gustan tus recetas (este pastel de zanahoria y naranja va a formar parte de mi repertorio en breve) y me gusta tu manera de contar las cosas.
ResponderEliminarAl igual que la comentarista anterior, Estela, creo que te guardas las cosas buenas. No soy madre ni tengo intención de serlo, pero seguro que hay cosas buenas y asirte a ellas te iría muy bien.
Los niños son adultos consentidos que quieren todo ya de ya, por lo que, quizás, deberías pensar en que es uno más de la familia, no el más importante ni por el que los demás hayan de perder la cabeza. Si tú pierdes la cabeza, él no podrá seguir adelante.
Vaya rollo he soltado también yo... y sin experiencia con niños!. Ver para creer.
Un besoteeeeeeeeeeee
No he tenido tiempo de leerlo todo, pero sí, desde luego, me guardo las cosas buenas... que son MUCHAS y frecuentes. Pero claro, cuando uno tiene momentos de felicidad no tengo esa necesidad de escribir y desahogarme.
ResponderEliminarUn beso.
Gracias.
Esta bueno tu blog, pero no llego a leerlo todo, hoy buscando una receta de torta de zanahorias, le dí un rato más, es cierto que cada una de nuestras recetas tiene su historia.
ResponderEliminarProbaré tu receta y la publicaré en mi blog con referencia ,si así lo permitís. MI torita de zanahoria también merecería una historia, Veré si escribo algo. Saludos.
Brutal la presentación, y como siempre, un entretenimiento leer tus recetas, el resto de acompañamientos de tu entrada, las introducciones, las fotos y las referencias. Acabo de leer los comentarios anteriores, y me alegra saber que callas y guardas muchas cosas buenas.
ResponderEliminarUn placer leer esta entrada.
Me gustan tus recetas, me gustan tus penas y lamentos, y a mi, mas que agobiarme, me hacen sonreir, y a veces reirme, no de ti sino de lo que te pasa. Chico es una etapa y todos los que hemos tenido niños (en mi caso una niña) que no duermen, vamos tan cansados que hay veces de las neuronas derrapan. Lo mio se arreglo cuando empezo P3 y no dejo de hacer la siesta. Paciencia y si lo que necesitas es desahogarte, avanti
ResponderEliminarLola
ups error
ResponderEliminaren P3 dejo de hacer la siesta, y me dormia 12 horas seguidas por la noche, un lujo
Lola
Me alegro mucho que los tengas, ojalá a montones, porque creo que un hijo se tiene para eso. Quién sabe, a lo mejor dentro de nada me veo yo igual que tú, ya te contaré...
ResponderEliminarUn beso grande, mucho ánimo y mucho cariño. Y perdona por lo de antes, creo que la agobiada era yo, si es que con el embarazo ando demasiado sensible. Un abrazo, y la receta, como siempre, tiene una pinta buenísima, un día de estos caerá. Bicos.
Muchísimas gracias.
ResponderEliminarSiempre creo explicarme un poco mal. Lo mío no son quejas, sólo que por circunstancias de la vida echo en falta una mano que me pueda ayudar durante el día (y la noche). M trabaja y, por mi trabajo, pasamos muchas horas juntos. Para mí es un placer y una ilusión. He perdido cosas pero he ganado muchas más.
Cuando salgo a correr deseo que cuando vuelva todavía no se haya despertado para poder cogerlo cuando se levanta… Alguna vez he podido echarme un rato, pero sacrifico ese momento para disfrutar de él unos minutos más. Como digo “el cuerpo las hace, el cuerpo las paga” (¡qué mal me suena en castellano!) y yo soy en parte el culpable de estar más cansado de lo que podría.
Con los nuevos tiempos ha llegado una nueva forma de ser padres. No todos podemos tener a l@s abuel@s cerca para que nos ayuden cuando tenemos algo que hacer. Ya no digo nada de ocio (cenas, cine,…), me refiero a “algo importante que hacer”. Los padres pasan demasiado tiempo con sus hijos y los hijos tienen mayor dependencia de ellos. Es lo que pasa, que T tiene problemas cuando hablamos con desconocidos (para él). Por otro lado, no todos los niños son iguales, unos son más tranquilos que otros, y Teo ha salido algo inquieto. Tiene el gen de correr, ayer mismo nos pusimos a recorrer (corriendo) la playa de lado a lado un par de veces, para alucinar. Hoy ha parado algo, pero dice M que parece que su modo natural para desplazarse es corriendo.
Os contaré un pequeñísimo detalle que me pasó el otro día cuando presentaba un rape en la mesa. Teo encontró un trocito de perejil y lo puso sobre el rape mientras lo posaba en la mesa de centro, se ve que me ha visto alguna vez poner una ramita de presentación. Como ésta, muchísimas anécdotas más, cada segundo.
Le encanta decir las marcas de los coches cuando los reconoce, no habla, pero si ve una “S” dice “Sea”, si ve un Volkswagen dice “mamá” (es la marca del coche de M), si ve un león dice “pechó”,… otros no los pronuncia pero los conoce.
Es capaz de quedarse quieto viendo abrir y cerrar los portales de los garajes. Para él es un milagro cómo puede una puerta abrirse y cerrarse sola.
UN beso muy grande.
Pepinho.
Hola!!!! he llegado hasta aquí por casualidad y me ha encantado tu blog, fantástico ese pastel que me encanta, yo también le pongo especias y ahora tendré que probar tu receta, jejejej
ResponderEliminarHe leido toda tu odisea y me hace gracia, porque me veo a mí misma con mi hijo mayor...ocupaba todo mi tiempo despierto y durmiendo o tratando de dormir, tanto me influyo que hasta que tenía casi 4 años no nació su hermano....y la cosa cambió radicalmente, ya no le prestaba tanta atención y eso le sirvió a él y a mí....mi relación con él cambió y su comportamiento muchísimo, ahora tengo 3 hijos, nacieron en el intervalo de 5 años y he aprendido con el tiempo que estar pendientes de ellos todo el tiempo no es nada bueno, se vuelven muy posesivos.... para mí es muy importante que aprendan a dormirse solos "sobre todo" para mí fué muy importante descubrir el libro "Duermeté niño" que aunque para unos es una tiranía para otros puede ser la manera de convivir con buen humor, jejeje,además no solo sirve para dormir, sino que siguiendo sus pautas en otros aspectos como la comida o los malos comportamientos se consiguen resultados asombrosos....
Cada padre educa a sus niños como quiere o como puede, yo no soy quien para darte consejos, pero te veo tan agobiado que quizá una ayudita no te venga mal...
Un saludo!!!
Esas cosas que ahora cuentas sí que son buenas... Qué bonito lo del perejil. Ya sale a su papi... jejeje.
ResponderEliminarMe alegro mucho. Un besote
Pobre Pepinho, te entiendo perfectamente me acuerdo muy bien a esa edad, (durante mucho tiempo los tomaba en brazos para dormirlos..por turnos) cuando estaba gerardo, nos turnabamos. ya pasará mi niño pero entiendo tu agotamiento.
ResponderEliminarLa comida gerardito fue atroz un tiempo casi no comía, no me preguntes ahora porque se lo come TODO, pasa con hambre.
Encuentro estupendo que corras, aunque sea a gatas (LOL) pobre pero te hará bien, e stu desahogo tods necesitamos un desahogo, y a tí te hace bien correr.Sigue corriendo.
Ahora cuando se despierta Teo es normal que busque a sus papas es lógico,
Y el calor para mi gusto los pone irritables.
Paciencia y kilos de paciencia.
Me parece estupendo que cuentes aquí tus cosas para eso e stu blog.!
Siempre he tenido la idea de que Teo será chef como su papá, e sun enencanto, te mando besos y abrazos para los dos con mucho cariño, gloria
El pastel delicioso, efectivamente la crema pastelera queda muy buena con leche condensada, para mi es como indispensable,
Besos para las chiquillas cuando vengan (Rosita,Olga, Berta,Esperanza etc.)
Siempre es un placer venir acá, besooss gloria
ResponderEliminarHace mucho que sigo tu blog en silencio, me considero fan de tus recetas y aún más de tus relatos. Al leer tus historias con Teo lo que yo percibo es el aprendizaje de un padre primerizo y el modo maravilloso en que ha ido forjando la relación con su hijo. Sí, hay ratos de sueño y desespero que son comunes y se acomodan con el tiempo y la experiencia; pero la atención, el afecto, el acudir al llamado como lo haces y mantenerte constante a su lado son piezas claves en un sano desarrollo.. te felicito por eso. No te desanimes, vas por buen camino ;)
ResponderEliminarHola meu.... andaba yo detrás de una tarta de zanahoria... y la tuya se me antoja perfecta...
ResponderEliminarTe diré algo.
Biquiños mil y bsitos a Teo.
Lau.
No se como pero cada día te superas.
ResponderEliminarYa no se cuanto tiempo llevo siguiendote, pero cada día me maravillas más, además tus recetas suelen ser perfectas, pero.....
me explicas que significa C.S. del zumo de naranja??????
Ya lo he visto algunas veces y no logro descifrarlo.
Los niños son alucinantes, y cambiam por momentos.
Yo tengo una peque de 4 años y medio, y hace una semana le daba miedo cualquier desconocido y ayer quiso pedir ella su helado de postre al camarero.... Alunciantes.
Saludos.
(un inciso rápido para la aclaración, tengo que intentar echarme unos minutos ahora que T duerme)
ResponderEliminarGracias, perdona, "c.s." es "cantidad suficiente". Es lógico, también me pasó así la primera vez que lo leí en una receta. Ahora siempre lo uso para indicar que la cantidad necesaria de un ingrediente es indeterminada o puede variar según las condiciones.
Un beso a tod@s, cuando tenga unos segundos personalizaré los comentarios. Gracias.
Meu fillo, repousa e fala con el. Dille que papá necesita descansar e T vaise portar ben, e xogar canda el pero sin moverse dalí. Seguro que o entende e o fai.
ResponderEliminarPor probar vale?
Muacs dulces desde la Ría de Noia-Muros y pronto desde Madrid.
Este verano me ha dado por los faros (no de coches) y me he comprado unos cuantos muy coloristas. Será que necesito encontrar el Norte? . Si quieres te paso uno.
Bertita, no me falles, que ya casi estoy ahí , eh????
ResponderEliminarMe encantan las zanahorias y las tartas de zanahoria.
Te leo y te entiendo taaanto. La guardería y el "duérmete niño" cambiaron mi vida para mejorarla.
Mañana o pasado intentaré adaptar tu receta de pollo al limón haciendo pavo al limón. Ya te cuento qué tal queda. Besos miles. OLGA.
Pero qué rutina más encantadora tienes! ¿sabes loq ue estás diciendo? Esos pasesos por la playa, aunque sólo sea una hora, aunque sólo sea a regañadientes... esa playa, ¿quién la tuviera cerca? Esos bollos que compras. Ese pescado.
ResponderEliminarPero qué rutina más encantadora! disfrútala, que cuando no la tengas vas a echarla de menos.
soy madre de tres hijos, y los mejores años de mi vida, los quemás he saboreado, los que más he disfrutado, cuando han sido pequeños, cuando he tenido que limpiar caquitas, y moquitos, y apagar llantos, y corretear detra´s de ellos para librarlos de todo mal, y velar sus sueños, y despertarme en mitad de la noche para mecer después de una pesadilla.
¡Hermosa rutina!
Un beso muy grande, Estela. El pastel es fenomenal.
La leche condensada es una delicia, en casa lo confieso siempre tengo más de tres botes :p
ResponderEliminarLa cobertura yo siempre la hago así como tú, pero para los cupcakes de zanahoria que quedan buenisimos.
Que lo pases muy bien lo que resta del verano, y no dudo que disfrutas y vibras con todo lo que te rodea, aún cuando hay días chungos ;)
Besiño.
Hola,
ResponderEliminarEstimada blogger, visité tu blog y está excelente, me encantaría enlazarte en mis 2 sitios webs.
Y por mi parte te pediría un enlace hacia mi web y asi beneficiar ambos blogs con mas visitas.
Espero tu Respuesta a munekitacat19@hotmail.com
Un cordial saludo
Catherine Mejia
ESPECTACULAR COMO TODAS TUS RECETAS, Y QUE ESPECTACULAR EL TEO COLOCANDOLE EL PEREJIL AL RAPE, ME LO IMAGINO Y ME LO COMO A BESOS; te entiendo lo que comentas es tu desahogo, pero por lo que te desahogas entiendo que esa personita Teo es demasiado especial y con lo que escribes a pesar de que parezcas otra cosa yo lo defino como FELICIDAD..estás compartiendo tu vida con tu familia, y las rutinas que eso implique.
ResponderEliminarTe admiro
Mayela
¡Qué decir de la receta! Sabes que me gusta todo lo que haces, aunque siempre hay algo que supera a lo anterior...
ResponderEliminarBuff...cómo te echo de menos! Bueno, ahora tengo que decir:¡cómo os echo de menos, porras! Teo es un niño encantador, precioso, maravilloso, vivaz y cariñoso...qué pena que nos separen tantos km.! Que no son tantos, en realidad, pero los suficientes para tener que echarlo muuuuucho de menos...
Tienes razón en montones de cosas, incluso cuando hablas de la "falta de autoridad..." Sí, y tantas cosas más que necesitaría y no soy capaz de dárselas: es muy duro, difícil e incluso terriblemente doloroso...aún me acuerdo cuando alguien le enseñaba montones de cosas: dinosaurios, plástica...con una paciencia y una seguridad increíbles!
Intenta relajarte un poco y delegar otro poco, también...creo que será bueno para ambos, ya que se acerca la hora de la guardería, y no deberíamos ponerle las cosas demasiado difíciles a T. No debe notar que te cuesta y que te va a costar separarte de él...esas poquitas horas (que verás cómo se pasan enseguida); tiene que sentir tranquilidad y relajación, pues de lo contrario, podría pasarlo mal, cuando no tiene porque ser así!
¡Qué fácil es decirlo, verdad!
¡Cuídate mucho! Mejor dicho: cuidaros mucho, mucho y A SER FELICES!
Bicos, moitos!
Montalbano
Deliciosa tarta, soy también soy fan de las tartas de zanahoria y esta tiene que estar muy buena, combinandola con naranja.
ResponderEliminarMe la anoto para hacerlas
me encanta tu blog porque "huele" muy biennn....me encantan tu entradas pq yo también tengo niños...no sabe cómo te comprendo....besosss . Mariajo
ResponderEliminarMe gusta mucho el pastel de zanahoria y naranja, aunque un poco pesado, ahora, para los que estamos por el sur.
ResponderEliminarEl padre primerizo siempre paga el "pato", aunque en realidad la educación infantil es muy simple cuando se tienen las cosas claras. Despégate un poco del chaval, seguro que te lo agradecerá y tus nervios también.
Estimado Pepinho,
ResponderEliminarMuchas gracias por tu receta, la acabo de hacer, sólo le puse media taza más de harina, un huevo más y le agregé las almedras molidas batidas con una clara a nieve y azúcar flor (así como un mazapán). Quedo muy rica!
si no te molesta la voy a poner en mi blog, con tu autorización y especificando que la tomé de tu blog, por supuesto...
un abrazo desde Chile.
me ha salido bueníiiisimo...pero he comido demasiado...ajjjj!!!
ResponderEliminar¡Qué ilusión! ;-)
ResponderEliminarDisculpad si no hablo de la receta, pero cada cual debe adaptarse a sus gustos y apetencias. Así es, lo importante es experimentar. Ahora me toca una cabeza muy ocupada y un cuerpo de dedicación absoluta.
¡Cuánta razón! Me da mucha pena estar en estas condiciones para pasar “los mejores años de su (nuestra) vida”. Estar prácticamente solo con él durante este agosto es un hándicap, para él y para mí. Llegamos agotados e intentamos salir de la rutina. ¡Qué difícil es vivir esa sensación de soledad con un hijo cuando éste necesita mucho amor y compañía por todos los poros! Un padre cansado no es suficiente, una madre que trabaja también.
Ahora llegan los dolores de cabeza y los problemas por sus primeros días de “cole” (y los míos). La guardería no abrirá antes del 13 y por entonces yo empezaré también con mi trabajo, por lo menos el inicio.
Hoy no ha sido un buen día, una buena noche, y eso se nota. Se acaba el verano y (aquí) empiezan las lluvias, la depresión de las gotas y las horas de sol eternas.
Querid@ Moltabano, me hizo micha ilusión tu visita (real), y a él también. ¡Cuánto necesita de gente que lo quiera! Será muy duro, tanto para mí como para él. Quiero pensar que lo será más para mí… pero él es casi un bebé y hay muchas cosas que no entiende: el abandono.
Entonces yo tenía más tiempo y fuerza. Dormía (incluso en el suelo del salón), parecía que lo podía todo, no había cansancio. Ahora es mucho más difícil, no es la edad, es la RESPONSABILIDAD y las rutinas que ocupan a los mayores, esas cosas raras que hace la gente mayor y no entiendes cuando eres pequeño.
Ahora entiendo lo difícil que es ser madre/padre, creo que es lo más difícil del mundo. Los hay que dicen que lo mejor es dejarlo llevar, que todo viene. No lo creo, tú lo sabes, hay que dar mucho más, y con eso nada está garantizado.
Ya despierta de la siesta…. Un beso muy grande! Gracias.
¿No es esto un blog de cocina? No para mí.
Un beso muy grande a tod@s
Pepe, mañana por fín llego a Santiago. Me han recomendado que coma una buena mariscada en el Mercado de Abastos, comprando lo que me apetezca y me lo cocinarán en el bar de allí mismo. Ya te cuento cómo nos tratan por tus pagos. Ilusionadísima con el Camino. Reunión con Berta el 31. Besos mil. OLGA.
ResponderEliminarOLga,
ResponderEliminarYo estoy a 45 minutos (60 km), en A Illa de Arousa, pero sin coche y con un niño. Me siento un poco atrapado en el espacio y en el tiempo. Hoy ha sonado el despertador a las 6:30, ayer a las 6. Sólo paso por el blog de vez en cuando para leer los últimos mensajes de la entrada…
A ver si acompaña el tiempo, parece que el sábado se recupera (algo). Hemos tenido un verano buenísimo, pero llevamos una semana bastante floja. Yo no podré estar, M se ha tomado 3 días más de vacaciones la próxima semana (septiembre). El 31 es el santo de mi madre… incluso será difícil que vayamos a celebrarlo.
Con calma, escapa de las aglomeraciones, madruga y pasea en horas no punta. Si hubieses venido hace un par de semanas incluso podríamos habernos encontrado en la propia plaza de abastos. Iba con Teo de vez en cuanto a hacer las compras y me acercaba hasta el parque de Bonaval.
Un beso, que te guste.
PD: para mí, lo mejor es un paseo por el parque de San Domingos de Bonaval, es muy tranquilo y está justo detrás de los museos de Arte Contemporáneo (si tienes suerte puedes encontrar una buena exposición, es muy pequeño) y O Museo do Pobo Galego. Justo detrás hay un cementerio transformado en parque, como Poltergeist pero sin muertos. Es muy tranquilo y si te subes a los nichos puedes ver una estupenda vista de la Catedral.
Teo se agobia cuando escribo. Suerte!
Me ha encantado el parque y el convento de Belvis. Ahora en la estacion de buses rumbo a Sarria. Manana empezamos. Desearnos buen Camino!! Besos miles. OLGA.
ResponderEliminarMe ha encantado el parque y el convento de Belvis. Ahora en la estacion de buses rumbo a Sarria. Manana empezamos. Desearnos buen Camino!! Besos miles. OLGA.
ResponderEliminarHola,tengo que decirte que me encanta tu blog,llevo tiempo siguiéndote.
ResponderEliminarEsta tarta de zanahoria la probé por primera vez en Inglaterra y me encantó.Cuando llegué aqui lo primero que hice fue buscar una receta para hacerla.Mi receta es muy parecida a la tuya,aumque no le hecho leche condensada y si le echo nuez moscada y concentrado de zumo de naranja.Un saludo y te invito a que visites mi blog.Gracias.
Hola,espero que tanto tu como Teo os encontréis bien. Mira buscando la receta de zanahoria( la que siempre en mi casa se come) he visto que tienes una que se le pone zumo de naranja y ralladura, me ha parecido fantástica pero mi pregunta sería...me ha parecido extraño que no le pongas bicarbonato, seguro que esta bien puesto, pero como yo se que tu en casi todas estas tartas si lo utilizas... he pensado que a lo mejor se te había pasado.Dime de estas dos recetas tu con cual te quedas??( la de crema de queso o esta) es para la boda de mi hijo y quiero tu opinión, Nada más, muchas gracias como siempre y espero que tengáis unas felices vacaciones.
ResponderEliminar